Hay dos mujeres aragonesas que han subido a un podio olímpico y una de ellas es Andrea Blas, plata en Londres 2012 con la selección de waterpolo. La zaragozana hizo historia por muchos motivos. Llegó a lo más alto desde un club modesto como la Escuela de Waterpolo, sin querer moverse nunca de casa pese a las ofertas, y forma parte de la generación de jugadoras que puso el waterpolo femenino a la misma altura del masculino y lo dio a conocer a una gran parte de la sociedad.

Ahora es feliz trabajando como fisioterapeuta, ayudando a enfermos de covid en su rehabilitación, pero se siente historia en el peor sentido de la palabra. «Creo que en Aragón somos dos medallistas olímpicas, pero así es como se trata a los deportistas. Mientras están en activo y consiguen cosas todos nos acordamos de ellos, una vez que lo dejan ya da igual todo lo que hayan hecho y lo que hayan luchado por su comunidad», asegura.

La exjugadora tuvo muy claro cuándo dejarlo. «La decisión cuando la tomé la verdad es que la tenía bastante clara por diferentes motivos. Por suerte no solo me he dedicado al waterpolo sino que lo alterné con la carrera de fisioterapia y siempre me he podido dedicar a ello. Ahora he estado trabajando en el Miguel Servet, en las ucis, con todo el covid. He de decir que, una vez que te retiras del mundo del deporte es como que prácticamente no existes. Esa es mi sensación», explica.

Andrea Blas empezó en el waterpolo por querer hacer lo mismo que su hermano mayor y, poco a poco, llegó a lo más alto. «En Zaragoza entrenábamos mañana y tarde, tres días por la mañana y todas las tardes. Eso conllevaba faltar a clases en la universidad, cuando me iba con la selección que eran muchas semanas y todos los veranos, lo mismo. He tenido la suerte que desde Unizar y mis compañeros siempre me han ayudado mucho. Por eso no lo veía como un gran sacrificio porque si te organizas y sabes cómo hacer las cosas puedes hacer ambas. El problema fue cuando terminé de estudiar y tuve que empezar a trabajar porque con lo que me pagaban aquí no podía comer. Tenía que buscar un trabajo y eso ya conllevó que no pudiera entrenar, era más lioso, al final no cuadraron las cosas y teniendo que pagar una casa y llenar la nevera, no podía dedicarme al waterpolo por 500 euros».

Sin moverse nunca de la Escuela pese a que tuvo ofertas mejores de otros clubs y países, Andrea Blas contribuyó a la edad de oro del waterpolo femenino. «Mis mejores momentos empiezan en el 2011 cuando con el equipo júnior ganamos el Mundial en Trieste y vamos hacia arriba, en el 2012 la plata de Londres, en el 2013 el oro en el Mundial de Barcelona y en el 2014 en el Europeo de Budapest». Aunque el día a día del waterpolo femenino no cambió demasiado, mejoró su posición social. «Desde el 2012, la gente sabe lo que es el waterpolo. Con eso ya hemos dado un gran paso», asegura.

El 2012, Londres, unos Juegos Olímpicos, son cosas inolvidables. «Es un sueño hecho realidad. Cuando nos clasificamos en Trieste en el preolímpico no nos lo podíamos creer y al llegar a la villa olímpica fue como estar en un sueño. Entrar en el estadio cantando, bueno tarareando el himno de España es algo que no voy a poder repetir nunca. Durante la ceremonia fuimos a buscar a Usain Bolt, Michael Phelps, Kobe Bryant para hacernos fotos. Luego como la selección de baloncesto estaba en nuestro edificio y Pau era tan amigo de Bryant, estaba allí cada dos por tres», recuerda. Y acabó subida en el podio, con una medalla de plata. Historia de Aragón.