Zaga Zeravica sirve un café turco extraordinario. Junto a una humeante taza y rodeada de premios y fotos familiares recuerda sus inicios en Belgrado, las medallas con Yugoslavia, su llegada a Zaragoza y la brillante etapa al frente del Banco Zaragozano, en la que logró el único título de un club aragonés de baloncesto femenino, la Copa de la Reina de 1990. Por eso la Federación Aragonesa acaba de reconocerla como entrenadora leyenda.

Radivoje Korac, que posteriormente daría nombre al torneo europeo, tuvo la culpa. «Era muy amigo mío, íbamos al mismo colegio y un día trajo unos carteles del club donde entrenaba, el Belgrado, y llamaba a las chicas de entre 13 y 14 años como para una prueba», rememora Zeravica. Ella, que jugaba a balonmano, voleibol, nadaba... se presentó junto a otras cincuenta chicas y la rechazaron. «Era pequeña y delgada. Pero pensé, no me pueden rechazar». Así que volvió. «Al día siguiente fui con la ropa de entrenar, el entrenador pasó lista y cuando dijo un nombre y nadie contestó, contesté yo. Y al día siguiente, otro nombre, y al día siguiente, otro. Y al final me dice, ‘oye, cómo te llamas, porque todo el mundo te llama Zaga pero no tengo ninguna’. Y empecé a llorar, ‘es que no me cogió’. ‘Cómo que no, si eres la mejor, la que más corre, la que coge todos los balones’. Para destacar hacía de todo», rememora.

Ahora cuenta esa historia en charlas y campus para demostrar que cualquiera puede valer para el deporte y que hay que pelear por lo que una quiere. Ese fue su principio, el de una historia que terminó en la selección. «Al cabo de dos años ganamos el campeonato de Yugoslavia y me proclamaron la mejor júnior del torneo. Fui a la selección, jugué 35 partidos pero entonces solo había Europeos y cada cuatro años. Con 35 partidos he jugado siete años. Estoy muy orgullosa de esto. En 15 años ganamos nueve títulos de Yugoslavia, 5 Copas y llegamos tres veces a semifinales de Copa de Europa,que siempre perdíamos contra las rusas».

Mientras entrenaba y jugaba, estudiaba, como todas sus compañeras. De hecho se picaban entre ellas y todas querían aprobar y terminar sus carreras las primeras. Es licenciada en derecho.

«Como jurista participé en 1983 en la elaboración de la ley del deporte en Yugoslavia y cambiamos muchas cosas. Por ejemplo, que las chicas y los chicos tuvieran el mismo premio ganando una medalla europea, mundial u olímpica. porque esas medallas son para el país. Eso pertenece a todo el mundo», explica.

Con la familia y el trabajo en un despacho de abogados se alejó del deporte profesional. Hasta que en 1987 aterrizó en Zaragoza cuando su esposo, Ranko Zeravica, se convirtió en entrenador del CAI Zaragoza. «Cuando vine aquí estaba aburriéndome como una ostra, dejé mi trabajo por dos años y nos quedamos 30. Cuando me ofrecieron el Banco Zaragozano lo cogí pensando que iba a ser algo temporal pero salió muy bien», recuerda treinta años después. «Yo estaba en El Huevo viendo entrenar al CAI y me dijo Martín Espíldora, el presidente, ‘¿te gustaría ayudarnos? Porque Alfonso Alonso trabaja por turnos y no puede venir muchas veces’. Y dije bueno, para no aburrirme. Me metí sin pensar demasiado pero el primer año subimos a Primera División y el siguiente fuimos quintas. Al siguiente ganamos la Copa, que fue una gran sorpresa. Estoy muy orgullosa y mis chicas son ingenieras, químicas, profesoras, todas han salido muy bien», indica.

Zaga, que no se pierde un partido de fútbol, ni de baloncesto, ni de balonmano, waterpolo o cualquier deporte que retransmitan, que viaja habitualmente a Belgrado y a Chicago a ver a su hijo, recuerda con gran felicidad esos días en el banquillo. «Seguí el mismo método con el que había entrenado yo porque no conocía otro. Alguna vez me dijo alguna enfadada, ‘¡eres peor que Stalin!’ (risas). Era dura pero cuando empezamos a ganar y ganar se dieron cuenta de que tenía razón, eran muy trabajadoras y muy buenas. Les estoy muy agradecida a todas. En poco tiempo conseguimos algo importante», recuerda. Los posos del café ya han caído al fondo de la taza.