El idilio entre María Delgado y el agua comenzó cuando la deportista aragonesa apenas tenía 7 años. Unos cursillos de la ONCE unieron para siempre a la aragonesa con la natación, un deporte en el que ya es toda una referencia. «Es verdad, ahí empezó todo. Me encantaba nadar y poco a poco fui mejorando y la calidad de los entrenamientos aumentaba», recuerda. María brillaba hasta tal punto que el seleccionador nacional no tardó en citarla para concentraciones de tecnificación anuales. «A día de hoy es mi entrenador», indica la deportista.

Hoy, a sus 21 años, esta zaragozana colecciona medallas. Aunque, quizá, su recuerdo más especial es de un torneo en el que no obtuvo metal. Tenía 15 años y debutaba en un campeonato del mundo de natación adaptada celebrado en Montreal (Canadá). Era la más joven de todo el combinado español y acabó cuarta en la final de los 100 metros mariposa. «Fue como un oro. Estaba compitiendo con gente a la que hace un año estaba viendo por televisión. La bomba», admite María.

Tras aquella experiencia comenzó la gran conquista. Tres medallas en Mundiales (2015 y 2017), cinco en Europeos (2014 y 2018) y, sobre todo, dos medallas de bronce en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro en el 2016. «Poder acudir a los Juegos ya es muy difícil y ganar una medalla es algo increíble. Un sueño cumplido», aunque María avisa. «Quiero el oro y voy a ir a por él en Tokio».

Una espina se mantiene clavada desde el Mundial de México 2017, cuando unos problemas estomacales le privaron de participar en su prueba preferida, los 100 metros espalda. Luego se desquitaría con una plata y un bronce, pero «sentí que el trabajo de todo un año se perdía. Duele, pero curte».

Para los siguientes retos se prepara a conciencia desde el centro de alto rendimiento de Madrid, al que llegó en el 2014, lo que le obligó a dejar su casa y su familia. «Era una oportunidad entrenar aquí y no la desaproveché», afirma. Casi cinco años después, María está acabando el grado de Ciencias del Deporte. «No fue complicado tomar la decisión de salir de casa. Para mis padres sí fue un palo duro, pero sabían que yo quería hacerlo». Aunque echa de menos a familia y amigos. También la dimensión de Zaragoza «donde puedes ir andando a cualquier sitio». Pero vale la pena. «En Madrid he mejorado mucho gracias al trabajo. Mi familia siempre ha sido un gran apoyo y ha estado ayudándome en todo momento». Eso lo hizo todo algo más fácil durante su etapa escolar, en la que María admite que «siempre me han dado las mismas posibilidades que al resto. He tenido suerte con compañeros y la gente, pero sobre todo con mis padres».

María, con una discapacidad visual grave que afecta principalmete a su ojo izquierdo, subraya que es el trabajo el que lo iguala todo. «Para estar arriba, seas como seas, hay que trabajar mucho», asevera. Y tiene claro que, en su caso, «esto acaba de empezar. Cada año mejoro mis marcas y estoy entre las más destacadas, pero queda mucho por hacer», asevera.

En esa lucha por seguir progresando, la referencia está clara: Teresa Perales, ganadora de 26 medallas paralímpicas. «Es compañera de selección y una gran amiga que desde el primer día me ha ayudado mucho. Tengo suerte de contar con ella a mi lado», dice María, que reclama mayor visibilidad para seguir avanzando. «Estamos en el camino correcto pero queda mucho por recorrer. También en dar a conocer este lado del deporte, que aglutina pasión y valores. Mucha gente considera que casi ni somos deportistas y que nos dedicamos a esto como terapia, pero hay mucho trabajo detrás. El problema es que para una buena beca hay que ser muy bueno», lamenta.