Vamos a practicar el rebote, que el último partido no estuvimos bien», dicen los entrenadores. Y Marta, Bea, Patricia, María José, Marta, Mónica, Elena y Manoli, se ponen alrededor de la zona para esperar el lanzamiento. Tienen que mejorar para el próximo torneo y para tener opciones de ir al Mundial. Como Marta Molina, que hace cuatro años se colgó la medalla de oro después de ganar la final a Estados Unidos en Los Ángeles. Este año han sido cuatro las jugadoras que han ido al Mundial de Abu Dhabi, aunque en otros deportes. Y es que en el equipo de Special Olympics la integración de personas y disciplinas es absoluta.

Entrenan todos los martes durante una hora y media en el IES Miguel Servet. «Hasta este año solo entrenábamos una hora, pero se nos quedaba corta», explica la entrenadora, Laura Gil. «Estamos entre 10 y 20 jugadoras porque depende mucho de los otros deportes que hagan y de las competiciones. Nos organizamos en tres niveles según las capacidades de las jugadoras y hacemos tres grupos. Se plantean al principio unos objetivos tanto a nivel general como individual para cada jugadora. Lo más importante es las ganas que ponen ellas, que no tienen ningún tipo de impedimento. Ves que si les sale algo mal es todo cabezonería por hacerlo bien, hay muy buena actitud en este grupo, no se rinden nunca», indica Gil.

No hay límites para nada, tampoco de edad. «Está abierto a todas las edades. La más joven tiene 15 años y la más mayor, cuarenta y muchos. Ponen mucho empeño los padres en que sus hijas hagan deporte porque por ejemplo el año pasado cuando hubo huelga de autobuses hubo muchas que no pudieron venir. A algunas las vienen a recoger sus padres y otras son totalmente independientes», continúa la entrenadora. Y es que la mayoría de ellas trabaja y luego acude al entrenamiento. «Hay días que vienen cansadas o enfadadas del trabajo y esto les ayuda a desconectar, hacen deporte. A los padres les gusta mucho que se socialicen y lleven una vida lo más parecida a gente sin discapacidad», añade.

Es el caso de Marta Molina, que juega desde niña porque también lo hacían sus hermanas. «Me gusta jugar en zona y tirar de tres. Me veo campeonatos y disfruto del baloncesto. Mi jugador favorito es Ricky Rubio. Soy base y me gusta, también sigo la NBA», asegura. Trabaja y le agrada entrenar todos los martes y luego disfrutar de los torneos, aunque a veces les toque perder, porque lleva tantos años jugando que ya ha perdido la cuenta y ha hecho infinidad de amigas. Por si fuera poco, ha podido disfrutar de experiencias inolvidables, como el Mundial de Los Ángeles. «El viaje fue un poco largo. Es muy grande y los americanos comían a todas horas, comidas grandes y todo el día. Hicimos el desfile de inaguración, con la bandera», recuerda. La selección la conformaron cinco jugadoras de Zaragoza y cinco de Andalucía. «Ganamos la medalla de oro a Estados Unidos. Es muy difícil, la verdad. Fueron los Kennedy. Mis padres también estuvieron», explica.

Como para cualquier deportista, la competición es lo más apetecible. «Para ellas ir a los torneos es lo más porque hay ambiente de competición y la verdad es que desde Special Olympics tienen unos métodos muy marcados de nombrar a todas las jugadoras, por ejemplo, que a ellas les hace mucha ilusión, verse con la misma equipación, que la gente les anime...», resume Laura Gil. «La gente alucina porque parece que es muy difícil el deporte en este tipo de personas pero la realidad es que si entrenan pueden tener unas capacidades tremendas y rendir muy bien», indica.

En los últimos tiempos se ha introducido una novedad, los equipos integrados. «Gente con y sin discapacidad, que creo que es una opción muy buena. Aquí ya jugamos nosotras con ellas porque es una forma de acelerar y tirar del grupo cuando están cansadas. Y además son la integración y la inclusión simbolizadas», señala esta entrenadora, que lleva ya cinco años con este grupo de Special Olympics, junto a otros entrenadores y voluntarios. Una labor muy gratificante en la que todas disfrutan del baloncesto.