El camino de Miriam Márquez estaba marcado. Nieta de uno de los fundadores del CN Helios, su padre les enseñó a su hermano y a ella a jugar a tenis de mesa y ya lleva 50 años ligada a este deporte como jugadora, entrenadora y árbitra. También como madre, pues su hijo es el tres veces medallista paralímpico Jorge Cardona. En activo desde 1977, fue campeona de Aragón en 1979, 1980 y 1981 en categoría individual y por equipos y la primera jugadora aragonesa junto a Concha Lozano en participar en la Liga Nacional femenina, en el grupo catalán.

Cambió la pala por la raqueta pero acabó de nuevo en la mesa. «Jugué bastante al tenis hasta que cambiaron el RZCT de localización, dejé de ir y volví al tenis de mesa. Había muy pocas chicas y mi hermano también se metió conmigo. Seguí jugando, conocí a mi marido que también jugaba y había creado un club, el Argón 73. Fuimos las primeras chicas que fuimos a jugar la Liga Nacional, con Conchita Lozano. Me metí a arbitrar y a entrenar, volví a jugar Liga Nacional con una de las chicas a las que había entrenado y me hice árbitra nacional, de la Liga, arbitré un Campeonato de España...», resume Miriam Márquez.

Ahora ha dejado de competir y de pitar. «Lo tuve que dejar por el codo. Tenía codo de tenista, cuando jugué al tenis se jugaba con raquetas de madera que pesaban mucho y siempre he estado utilizando el codo para ambos deportes, así que lo tuve que dejar porque no podía. Ahora de vez en cuando si tengo que darle dos pelotazos le doy, pero no puedo jugar ya», explica.

En sus inicios había muy pocas mujeres en el tenis de mesa, por lo que tenía que competir con hombres. «En Ligas provinciales o territoriales sí porque muchas veces no llegaba el número para poder jugar las chicas, era por falta de número, no por otra cosa. No había chicas suficientes. Empezamos prácticamente Conchita y yo y poco más, luego se promocionó en los colegios y salió alguna más pero el número era muy reducido», señala. De hecho, ella fue entrenadora en los colegios Santa Rosa y Duquesa Villahermosa porque se ofertaba en los centros.

Márquez distingue el ping pong del tenis de mesa. Al primero quien más quien menos ha jugado en la piscina, en el pueblo, con amigos para pasar el rato... Lo segundo es otra cosa, con sus normas, su técnica. «Aunque parezca tonto, es un deporte muy completo y complejo. Tienes que tener muchos reflejos, rapidez y, aunque parezca que no, fondo físico. La capacidad de reacción que tienes que tener... Has de ir mucho más rápido que en tenis, por ejemplo, no te da tiempo a reaccionar. La pelota puede coger mucha velocidad o hacer efectos muy extraños. Para llegar a jugar bien es complicado», indica.

De hecho, el abandono suele ser un problema en el tenis de mesa. «Lo que pasa con esto es que cuesta avanzar y la gente se cansa. Es lo que pasa con el deporte individual. En equipo te vas cubriendo unos a otros, es distinto, aquí eres tú y cuesta ver los resultados porque no es de un día para otro ni de un mes para otro, ni todo el mundo tiene la misma facilidad. Al principio sí se iban apuntando pero luego se iba reduciendo el grupo», explica.

Como árbitra su labor era más didáctica, sobre todo con los más pequeños. «Van cambiando las normas pero básicamente tienes que estar pendiente de si la pelota da en la esquina, si da fuera de la mesa o da en el canto, quién tiene que sacar cada vez, si echa la pelota en condiciones para que el saque sea válido, que no la esconda con el cuerpo, que se vea claramente por dónde le da. También que no se enfaden, no chillen ni den patadas, controlar un poco el público, antes que no dijera nada el entrenador, ahora ya se puede hablar durante el partido, llenar las actas», enumera Márquez. Una labor especialmente importante en los Juegos Escolares.

«Se intenta que aprendan. Hay que decírselo por eso, para que conforme vayan avanzando tengan una noción muy clara de lo que se puede y no se puede hacer. Por eso hay que tener siempre el mismo criterio. Entonces había poca gente y básicamente hacíamos todos de todo. Arbitrabas una cosa y otra. En los deportes minoritarios es lo que pasa», señala.

Ahora la saga continúa con Jorge Cardona. «Empezó a jugar y le gustó, por lo visto. No se le forzó en ningún momento, pero nos veía jugar y él quería. Le pusimos una caja de madera porque si no no llegaba a la mesa y así empezó. Entró en el Argón 73, con nosotros. Luego cambió porque allí tampoco había niños y tenía otras necesidades ya. Cuando era pequeño lo llevábamos nosotros a todos lados, como pasa siempre, si no no podrían ir porque no había fondos para llevarlos. Pero a los Juegos Olímpicos y eso no he ido nunca a verlo. Y prefiero no haber ido porque para sufrir... Se sufre mucho, es un deporte muy rápido que tan pronto puedes ir bien como en un momento puedes fastidiarlo del todo», dice Miriam Márquez. Y sabe de lo que habla.