Por sus manos pasan no solo las piernas y los brazos de jugadoras de baloncesto profesionales, sino también sus confidencias y sueños. Alicia Calvo, fisioterapeuta del Casademont Zaragoza femenino, es cómplice, amiga y aliada. No puede ser de otro modo cuando un grupo adquiere carácter de familia. Y el equipo aragonés, en su primer año de andadura en la Liga Femenina de baloncesto tras poner en marcha el proyecto el pasado verano, tiene en Alicia a su sexto efectivo en la cancha. No tira ni dirige. Tampoco rebotea ni bloquea. Pero cuenta. Y mucho.

A sus 26 años, Alicia aterrizó en el deporte tras acabar el grado de Fisioterapia en la Universidad de Zaragoza de la mano de Élite Fisioterapia. Acumula cuatro años en dinámica de un equipo de Liga Femenina y anteriormente estuvo un año en Liga Femenina 2. «Jugaba a baloncesto, un deporte de equipo en el que lo más importante es ayudar a los demás. Y no encontré mejor profesión que esta para llevar a la máxima expresión el hecho de trabajar en equipo», recuerda Alicia.

Pero su paso a la élite llegó al recalar en el Mann Filter, desde donde accedió al Casademont, que ocupa su plaza desde esta temporada. «Al final Casademont tiene una historia en LEB Oro y ACB con dedicación exclusiva al baloncesto. Todo es por y para el baloncesto y es un sueño estar en un club que respira y vive por nuestro deporte. Mann Filter fue una gran experiencia por la involucración de mucha gente que siempre nos hizo sentir bien», subraya.

Su disciplina, cada vez más relevante en el deporte profesional, le convierte en un pilar básico en el equipo de Carlos Iglesias. «Todo es nuevo pero es como si no lo fuera. La idea de equipo, de familia, ha surgido enseguida. Carlos Iglesias como entrenador, Pep como director deportivo y las jugadoras han puesto muchísimo para que así sea. No somos un equipo nuevo, somos una familia de siempre», destaca. Y en ese escenario, la creación de una relación estrecha con la jugadora, con la amiga. «Pasamos muchas horas con las jugadoras y es normal que se creen vínculos, al final cuando hay algún problema o lesión, estamos ahí, en esos momentos duros, y también lo estamos en los buenos cuando vuelven a pista. Que las jugadoras depositen su confianza en ti y se sientan tranquilas y seguras con lo que estamos trabajando y haciendo es muy importante. Para ello hay que conocerlas bien, saber las necesidades de cada jugadora, sus puntos fuertes, puntos débiles o mentalidad para poder ayudarlas y ser eficientes en nuestro trabajo».

Se diría, incluso, que un fisio puede ganar partidos. «Un equipo es más que un grupo de jugadoras y sus entrenadores; el médico, el fisioterapeuta, el preparador físico, la delegada y todos los que contribuyen a crear un ambiente óptimo para que las que dan la cara en la cancha se preocupen únicamente de jugar. Es muy importante que no solo recuperemos a las jugadoras de sus lesiones, sino que preventivamente orientemos y aconsejemos durante los entrenamientos y partidos para que puedan dar lo mejor de sí mismas. Y ahora, con el covid, con más prevención y más responsabilidad si cabe», indica.

Al menos, ella no ha sido víctima de esos prejuicios que «siguen presentes» en el deporte. «Las mujeres deportistas han tenido que trabajar mucho y a veces incluso demostrar el doble que los hombres para que fuese valorado y reconocido su trabajo. Eso está cambiando, pero todavía queda un largo camino por delante. Yo siempre he contado con el apoyo de mis compañeros y, por suerte, vivo en un ámbito laboral libre de prejuicios, donde se premia el buen trabajo y la constancia y no si eres hombre o mujer».