Todó comenzó una calurosa noche de verano del año 2002. El futurista estadio Sapporo Dome, en Japón, acogía el debut mundialista de la Alemania de Rudi Voller. Enfrente esperaba la débil Arabia Saudí, a la postre presa fácil de unos germanos que se ensañaron sin piedad. 8-0 terminó el duelo y un nombre resonó por encima del resto: Miroslav Klose, entonces un semidesconocido delantero centro del Kaiserlautern de 24 años, empezó a escribir su epopeya en la historia de los mundiales con tres goles, los tres con la testa.

A nadie se le podía ocurrir aquel día que ese buscavidas del área, 12 años y tres mundiales después, se convertiría en el máximo goleador de la historia de la competición. En Corea y Japón Klose acabó con cinco dianas, todas ellas de cabeza y en la primera fase. Aquel Mundial coronó precisamente a la Brasil del renacido Ronaldo, autor de ocho tantos, dos de ellos en la final ante Alemania.

Cuatro años más tarde, en casa, Klose volvió a encabezar el ataque alemán. Sus cinco goles le convirtieron en el pichichi de un Mundial en el que Ronaldo alcanzó, con tres tantos, las 15 dianas que le auparon como máximo goleador de los mundiales, superando al Torpedo Müller. En Sudáfrica 2010, ya sin Ronaldo, marcó otros cuatro, situándose solo a uno de El Fenómeno. Klose, un superviviente del área que siempre rindió más con la Mannschaft que con sus clubs, supo hacerse un hueco en Brasil pese al cambio generacional en su selección.

Mucho más que un gol

Con 36 primaveras y tres mundiales a sus espaldas, Klose volvió a figurar en la lista de Alemania como el único delantero centro puro. Su gol en el segundo partido ante Ghana le abrió las puertas de la historia del fútbol. "Bienvenido al club. Imagino tu felicidad", le felicitó Ronaldo, por el momento su compañero de récord. No es la única leyenda que Klose rebasó con su decisivo tanto. Con 70 dianas en 133 participaciones supera al mítico Gerd Müller, hasta el sábado máximo goleador de la historia de la selección germana.