"Nos vamos a Río (de Janeiro), la puta que los parió". En la terminal de buses, en los dos aeropuertos de la ciudad de Buenos Aires, en la ruta que lleva a la provincia de Misiones y que conecta con Foz de Iguazú, Brasil, se escuchó la misma canción de urgencia. Unos 100.000 argentinos han decidido hacer acto de presencia en la "ciudad maravillosa" el domingo en el que la selección argentina se enfrentará con Alemania. La cuestión, a estas alturas, no es si se entra al estadio Maracaná sino ser testigos cercanos de lo que se imagina como una gran momento de gloria. "No importa, lo vemos en la plaza, en Copacabana", se escuchó.

El precio de los billetes de avión se ha triplicado. "No importa, nos endeudamos", han dicho los resueltos a viajar. Agotada esa posibilidad, se ha recurrido al bus o al automóvil personal. Miles de vehículos atravesaron las carreteras. "No importa el cansancio". La cuestión es, ante todo, "estar" en Río de Janeiro y hacer escuchar el aliento, adentro o afuera del estadio.

"¿Quiénes se animaron a semejante locura? Hay de todo. Desde grupos de jóvenes que tuvieron que pedir prestadas tarjetas de crédito para comprar el pasaje hasta un jubilado de 65 años que se va solo porque su mujer no lo quiso acompañar", dijo el diario 'Clarín' sobre un bus atiborrado de hinchas que partió el jueves al país vecino. Un día de carreteras que se compensan con el ritual de compartir una expectativa.

Se vende un plasma cada cinco minutos

En los últimos días se ha vendido un televisor plasma cada cinco minutos, a pagar en 12 o 24 cuotas. Los sueños de campeón son más consistentes en alta definición. Pero, los más osados, se propusieron ser testigos de la hazaña de ganarle a los alemanes con todo Brasil, menos Neymar, gritando en contra de los argentinos. "Esperemos que no haya guerra de hinchadas. Esa final no sería la mejor", conjeturó un viajante.

Ariel Molfino, de 33 años, se propuso una proeza personal y viajó a Brasil en su motocicleta Vespa modelo 57, a la que llama Renee. Salió desde Punta del Diablo, Uruguay e hizo escala en distintas ciudades, hasta arrimarse a Porto Alegre. Después siguió camino a San Pablo. En cuatro horas llegó a Río de Janeiro. No ha sido el único que ha atravesado el territorio argentino en condiciones donde todo abunda menos la comodidad.

Angel Di María quiso que sus 10 mejores amigos de la infancia estuvieran en el Maracaná y, para ahorrarles disgustos, alquiló un jet que los puso en la "ciudad maravillosa" en cuestión de dos horas y media. "Estábamos como locos porque no podíamos viajar ni conseguir la entrada. Por suerte, él se acordó de nosotros y nos invitó. Quien lo conoce sabe que él es así, sencillo y que nunca olvida su origen ni a sus amigos", relató Angel, uno de los beneficiados.

Ausencia de Cristina Fernández

La "invasión" argentina es protagonizada esencialmente por la clase media y alta de todo el país. Los argentinos no solo quieren ser los mejores en el fútbol sino demostrarle al planeta que son los más apasionados hinchas, los que más cantan y, si es necesario, sufren. El ejercicio de autocelebración es multitudinario.

La presidenta alemana Angela Merkel estará en Río de Janeiro para "apoyar" a su seleccionado. Su colega argentina, Cristina Fernández de Kirchner se quedará en Buenos Aires. De un lado, su agenda de fin de semana incluye una cita con Vladimir Putin, quien quiere convertir a Buenos Aires en un socio estratégico en la región. CFK se verá a su vez con Evo Morales. Pero por otro lado, la presidenta ha tenido algunos problemas de salud (una faringitis aguda) que no recomienda un desplazamiento importante. Otro factor pudo haberla inhibido: los argentinos que viajaron a Río de Janeiro no pertenecen al sector social que simpatiza con el Gobierno. Fernández de Kirchner debió haber recordado lo que le sucedió a Dilma Rousseff en los estadios, donde fue blanco de silbatinas insólitas. La presidenta pudo haber escuchado sabios consejos: no valía la pena exponerse a semejante situación. Además, las chances de ganarle a los favoritos no son muchas, a menos que Leo Messi se ilumine.