Ni Lev Yashin, ni Valentin Ivanov, ni Aleksándr Mostovói, ni Rinat Dasáyev. El mejor jugador soviético-ruso de todos los tiempos se llama Eduard Streltsov, un delantero rubio, bien plantado, de 1,82 metros, quien desbordó con su talento futbolístico en los años 50 y 60, justamente cuando la URSS obtenía los mejores resultados de su historia. Para la posteridad ha quedado el pase de tacón hacia atrás que él patentó, bautizado en Rusia como ‘pase Streltsov’.

La suerte del deportista se truncó en 1958, poco antes del Mundial de Suecia. Streltsov no regresó a la concentración de la selección tras un día de asueto y en su lugar, acudió a una fiesta particular en una dacha junto con dos compañeros. Al día siguiente, los tres fueron arrestados y acusados de violar a una joven de 20 años también invitada al guateque.

No se pudo hacer nada por salvarle del destierro. Los trabajadores de ZIL, la fábrica de automóviles que fundó el Torpedo de Moscú, su club, planeaban una masiva manifestación de apoyo durante el juicio, pero la sentencia de 12 años de trabajos forzados se les adelantó. Los buenos oficios del seleccionador soviético, Gravrill Kachalin, cayeron en saco roto. Según reconoció éste años después, cuando acudió a la policía, se le respondió que el propio líder de la URSS, Nikita Khruschev, estaba interesado en el caso y que desde altas instancias del Partido Comunista se había dado a entender que el futbolista no podía ser ayudado.

El carácter pendenciero de Streltsov suscitaba desasosiego en la puritana URSS. Lejos de ser el deportista-modelo al que aspiraba el establishment comunista, flirteaba y bebía. Se negó a ser traspasado al Dinamo de Moscú, el equipo de la KGB, e incluso se le oyó decir en alguna ocasión que lamentaba regresar a su país tras jugar en el extranjero. Pero el incidente que pudo haber sellado su destino se produjo en 1957 en una recepción en el Kremlin para celebrar el título olímpico de la selección en los Juegos de Melbourne. Yekaterina Furtseva, protegida de Khruschev y primera mujer que integró el Politburó soviético, sugirió al jugador que se casara con su hija Svetlana, de 16 años. Éste le respondió que ya tenía novia. Streltsov sobrevivió al cautiverio y regresó al fútbol en 1965 y el Torpedo ganó la Liga.