Rusia lo hizo todo. El gol de España. El tanto del empate. Y las manos de Akinfeev para sostener a un país al que llevó a los cuartos de final. En la revolución moscovita de Hierro, que se llevó por delante a Iniesta, se buscó ser un equipo equilibrado sin balón, capaz de sobrevivir a cualquier embestida. Pero ni así. Acabó siendo una selección sin remate ni solvencia defensiva, envenenada por sus propios errores a quien la pena máxima de los penaltis le hizo irse de Moscú abatida y preguntándose qué demonios pasó en la tarde de ayer.

Quitó Hierro al excapitán, al que mandó al banquillo, colocó a Marco Asensio (solo hizo bien el centro en la falta lateral que precedió al gol de Sergei Ignashevich) y arrimó a Koke al lado de Busquets, al tiempo que sentaba a Carvajal y daba vuelo por la banda derecha a Nacho. El partido se le puso de maravilla a esa nueva España dibujada por Hierro, que dio la sensación de haberse quitado metafóricamente la chaqueta y ponerse el chándal de entrenador.

Sin tirar a puerta ya ganaba 1-0 porque un defensa, que cumplirá 39 años el próximo 14 de julio, se olvidó del balón, obsesionado como estaba en anular a Ramos. Se despistó Ignashevich de la jugada y cuando se dio cuenta le había hecho un feo al guardameta ruso Akinfeev.

NOVEDOSO 4-2-3-1 / Obtenido el botín, prácticamente de la nada, España se dedicó a dejar pasar el tiempo descubriéndose al irrelevante Silva, ejercía de media punta por detrás de Diego Costa, en ese novedoso 4-2-3-1 que pintó Hierro en la pizarra. Una pizarra donde no había sitio para Iniesta. El balón viajaba lento, las ocasiones no existían y solo los hermosos detalles técnicos de Isco Alarcón sacudían el aburrimiento. La selección se había tirado a la bartola. A Rusia, pese a la derrota, ya le iba bien ese ritmo lento y cansino de la pelota, que transitaba lenta y aburrida por la pradera del majestuoso Luzhniki en una soleada tarde moscovita, que acabó derivando en tormenta y en lluvia.

España no dañaba con esa aplastante posesión sin saber entonces que se estaba cavando su perdición. Era inocua. Ni se acercaba a la portería de Akinfeev, por lo que, poco a poco, iba asomándose a los territorios de De Gea, aunque fuera en acciones a balón parado. En una de esas, saque de esquina, llegó el penalti de Piqué, cuyo elevado brazo se interpuso en la trayectoria del cabezazo de Dzuyba, sembrando el pánico. A balón parado, y con autogol ruso, se adelantó. A balón parado, y de penalti, le empataron. Hasta ese momento, minuto 41, ni un solo tiro de España. Ni fuera. Ni dentro. En la segunda parte, Iniesta al campo (a Silva ni se le vio), Carvajal por el lesionado Nacho e Iago Aspas para tener el minuto que pudo cambiar el Mundial. Un disparo del exazulgrana se cruzó, de nuevo, con las manos de Akinfeev, que estuvo también felino en el posterior tiro del delantero del Celta de Vigo.

El penalti a Ramos que pidió España no lo dio ni el árbitro. Ni el VAR. Agonizaba el partido con un paisaje mustio, con Rusia encerrada y sin imaginación alguna de España. Hierro descubrió tarde que con dos delanteros se podría haber vivido mucho mejor las cosas si se analizan los minutos de calidad de Rodrigo. Pero nadie supo asaltar el Kremlin de Akinfeev, el portero que hizo llorar a toda España parando penaltis a Koke y Aspas.

FICHA:

Goles: 1-0, m.11: Ignashévich en propia puerta. 1-1, m.41: Dzyuba.

Árbitro: Bjorn Kuipers (Holanda). Amonestó a Piqué (40) por España; y a Kutépov (54), Zobnin (71) por Rusia.

Estadio: Luzhnikí, 78.000 espectadores.

España: De Gea; Nacho (Carvajal, m.70), Piqué, Sergio Ramos, Jordi Alba; Busquets, Koke; Isco, Silva (Iniesta, m.66), Marco Asensio (Rodrigo, m.104); y Diego Costa (Iago Aspas, m.80).

Rusia: Akinfeev; Mario Fernandes, Kutépov, Kudriashov, Ignashevich, Zhirkov (Granat, m.46); Zobnin, Kuziáev (Erokhin, m.97); Samédov (Cheryshev, m.61), Golovín y Dzyuba (Smolov, m.65).