Llegó puntual. Con el chándal y una estrella cosida a su pecho. Afable, distendido, sonriendo. Así apareció Fernando Hierro, el nuevo seleccionador, en el centro de prensa de España en el suntuoso estadio del Krasnodar. Llegó puntual, apenas segundos antes de que fueran las once y media de la mañana,. «¿Dónde me siento?», le preguntó a Pablo García Cuervo, también nuevo jefe de prensa de la federación. Se colocó presidiendo una mesa rectangular, escoltado por 14 periodistas, mientras pedía un café y Pablo anunciaba que «como máximo estaremos 12 o 13, no más, eh…». Luego la charla, sin cámaras de televisión, solo alterada por el sonido de los disparos de los fotógrafos, tuvo un aire de intimidad. Ahí estaba Hierro, el hombre que nunca pensó en ser seleccionador. «No, no, tranquilo, no hay prisa…», dijo con calma cuando el tiempo pactado se superaba. Duró 35 minutos. Él ni tan siquiera miraba el reloj.

Fue directo desde el primer momento, bien consciente de por qué ocupa ese privilegiado lugar. «Voy a ser claro, honesto y directo. Yo sé que soy seleccionador por circunstancias. Y es así. No soy seleccionador por currículo como entrenador. Ya sabéis lo que digo. Mi nombramiento se debe a unas circunstancias. Si miramos fríamente mi currículo, sería muy difícil que fuera seleccionador. No es una falsa humildad. Soy realista, lo digo de todo corazón. No me puedo engañar a mí mismo. Pero el año que estuve en el Oviedo, quieras o no, me enriqueció mucho. Ese año, aunque fuera en Segunda División, ha sido fundamental a la hora de aceptar este reto. Es un reto precioso, apasionante, que voy a vivir al día a día. No me planteo otra cosa. No me quiero perder ni un segundo en disfrutar de estos momentos porque este Mundial acaba el 15 de julio y ya no vuelve nunca más. Por eso, no quiero hablar más del pasado. Y lo digo con todos los respetos porque Julen es íntimo amigo mío. ¡Por mucho que me busquéis no me váis a encontrar! Vine aquí con traje y corbata y ahora llevo el chándal puesto».

Cuenta a su favor, dice el malagueño, con un grupo de hombres capaces de sobrellevar con naturalidad las circunstancias que han rodeado al equipo antes del comienzo del Mundial. «Los chicos han dado una dosis de madurez personal y de carácter, dentro y fuera del campo. Es un grupo maduro, con personalidad, son todos jugadores de élite, que viven en el alambre diario. Tienen una cabeza privilegiada, saben asimilar los cambios y las minicrisis. Es un grupo muy sano, llevan dos años trabajando con un seleccionador, con una idea, con muy buen ambiente», dijo el malagueño, que no se olvidó de Julen Lopetegui: «Esta selección tiene derecho de autor y es la del seleccionador que ha estado dos años trabajando con ellos. Pero repito, esta selección tiene derechos de autor. ¿Mi toque? Me equivocaría si dijera que vengo aquí a darle mi toque especial. Es una minicompetición de seis partidos ahora, no podemos cambiar. Mi deseo es que nos dejemos el alma y la vida. Mi obligación es convencer a los chicos de que cuando nos vayamos de aquí nos podamos mirar todos a la cara diciendo que nos dejamos el alma. Ojalá sea lo más tarde posible».

El reto está en jugar con el guion que dejó escrito Lopetegui, pero adaptándose a las particularidades de cada momento. «Sé que la gente me juzgará por lo que pase en los partidos, para eso soy el entrenador. El fútbol no te deja dormir. El fútbol es automático. No puedes vivir del recuerdo. No me veo pidiéndole a los jugadores que den balonazos largos y jugar a la defensiva. Nuestro estilo es intentar jugar lo mejor posible, con un fútbol combinativo. Si les pedimos ir contra la naturaleza de estas características y virtudes, sería inmolarnos. Con lo que nos ha costado tener nuestra personalidad... Antes decíamos que España no la tenía. Y ahora, ¿nos vamos a salir del camino? Pues, no».

¿LO MÁS DIFÍCIL DE ESTOS DÍAS?

«Uff… Me gustaría contarlo, pero ahora no puedo… ¿Cuándo? Algún día. Puedo mirar a todo el mundo a los ojos y con franqueza. A todos. Me quedo con la conciencia muy tranquila. ¿Si he podido dormir? Los tres primeros días no. Solo un poquito. No encontraba horas para ver más vídeos, más vídeos, más vídeos. Cuando uno entra en el vestuario y hablas con los chavales y lanzas un monólogo y se ríen y lo pasan bien… Y en ese impacto que tengas con los chavales, ellos podrán decidir o no. Si tocamos las palmas y me pongo la camiseta de seleccionador, pero no tengo impacto es malo, No os preocupéis. En cinco minutos, ellos tienen analizado a su entrenador. No sufráis por eso».