3Muy poco tiempo después de la presentación oficial del Morris Mini Minor, en 26 de agosto de 1959, la British Motor Corporation (BMC) puso en marcha el departamento de competición del que salieron las 12 unidades del Mini que con un modesto motor de 848 cc y 34 CV disputaron en 1960 el Rally de Montecarlo. Un primer paso al que daría continuidad la amistad entre Alec Issigonis y John Cooper, constructor de monoplazas de Fórmula 1 desde 1950.

Con el beneplácito de BMC, Cooper desarrolló una serie del Mini con motor de 998 cc y 55 CV que se puso a la venta en septiembre de 1961 y con la que Rauno Aaltonen y Paddy Hopkirk dieron un serio aviso al acabar tercero y sexto en el Rally de Montecarlo de 1963. La ligereza del aquel coche y su tracción delantera le hacían ser extraordinariamente ágil en las difíciles condiciones invernales y estrechas carreteras por las que transcurría el rally.

Más potencia

Pero lo mejor llegó con el Morris Cooper S, cuyo motor de 1.071 cc rendía de serie nada más y nada menos que 70 CV de potencia. La implicación de BMC en su programa de competición no dejaba nada al azar y Stuart Turner, director deportivo, convenció a Dunlop para que desarrollara unos neumáticos de perfil bajo para el Morris Cooper S que en versión de competición ofrecía 80 CV para un peso de tan solo 580 kilos.

Fue en 1964 cuando por primera vez el Rally de Montecarlo no se decidió por penalizaciones en el recorrido sino por los tiempos en los tramos cronometrados, en aquella ocasión cinco (132 km de velocidad), y en tres vueltas al circuito urbano de Mónaco. Eso sí, continuaron aplicándose coeficientes según la cilindrada de los coches en el intento de igualar las posibilidades entre unos y otros. De no haber sido así, el triunfo hubiera sido para el Ford Falcon de Bo Ljungfeldt, impulsado por un motor V8 de 4.7 litros y 285CV y con un peso de 1.370 kilos, que en el circuito de Fórmula 1 encontró el terreno ideal para remontar desde la quinta hasta la segunda posición, tras el Mini de Paddy Hopkirk y Henry Liddon que, todo sea dicho, estuvo entre los cuatro más rápidos en los cinco tramos cronometrados. Un triunfo, pues, indiscutible del irlandés y rubricado por la cuarta plaza de Timo Makinen, también con un Cooper S, que resultó difícil de digerir para los Ford y Chrysler oficiales y también para el Automóvil Club de Mónaco que veía en las marcas americanas un buen reclamo para su rally al otro lado del Atlántico.

La dureza de 1965

A la victoria de Paddy Hopkirk en 1964 le sucedió la de Timo Makinen en 1965, en una edición en la que la nieve confirió una gran dureza al Rally de Montecarlo y que solo terminaron 35 de los 237 equipos que habían tomado la salida. En 1966, tres Mini Cooper 1300 S hubieran monopolizado el podio de no haber sido descalificados después de la prueba por haber utilizado unas bombillas en los faros no autorizadas por el código de circulación de Francia. Una minuciosa inspección otorgó la victoria al Citroën DS de Pauli Toivonen. Para dejar las cosas de nuevo en su sitio, Rauno Aaltonen logró en 1967 el tercer y último triunfo de Mini en Montecarlo, con el que también se cerró una época. A partir de 1968 pasaría a tomar el mando la nueva generación de coches de rally, la de los Porsche 911, Alpine A110 y Lancia Fulvia.