Hace ocho días se presentó en el Museo de Zaragoza el programa de «celebraciones» de los varios centenarios a conmemorar este año. Uno de ellos corresponde a 1118, que en el dossier que se entregó a la prensa aparece como el de la Conversión de Zaragoza en capital del Reino de Aragón. Eso es, sencillamente, falso. Lo que ocurrió en 1118, en concreto el 18 de diciembre, fue que la ciudad musulmana de Zaragoza, tras varios meses de asedio por un ejército en el que había aragoneses, navarros, aquitanos y normandos, capituló mediante pacto ante Alfonso I el Batallador, rey de Aragón, quien tomó posesión de Madina Albaida Saraqusta, según la denominación árabe, como nuevo señor y dueño. Ese día Zaragoza dejó de ser una ciudad bajo dominio islámico para pasar a ser gobernada por autoridades cristianas.

En la foto de los firmantes del programa aparecen miembros del Gobierno de Aragón, el alcalde de Zaragoza, el Justicia en funciones, el rector de la Universidad, el señor arzobispo de Zaragoza, directivos de Ibercaja, miembros de la Academia de San Luis y algunos otros. Mal empezamos. La historia tiene episodios, miles de ellos, que son injustos, crueles y que a muchos abochornan. Pero la historia no se cambia manipulando los hechos, como de forma tan lamentable se ha fabricado en este caso.

No, Zaragoza no se convirtió en capital del reino de Aragón en 1118, entre otras cosas porque el concepto de capitalidad es mucho más tardío. En el siglo XII el reino de Aragón no tenía capital. Alfonso I, como antes su hermano Pedro I y su padre Sancho Ramírez, eran reyes con cortes itinerantes, que se movían permanentemente de un lado para otro, sin residencia fija. Supongo que alguien no ha querido que aparezca la «celebración» de una conquista, porque suena muy militar y violento, pero la historia es así, llena de guerras y de miserias. Taparlas no las suprime.

Ocultar el pasado, tergiversar los hechos y manipular lo acontecido es una manera lamentable y falaz de comenzar a «celebrar» -hasta en el uso de los términos se ha fallado- episodios trascendentales de la historia de Zaragoza y de Aragón.

A este paso, y si nadie lo remedia, es probable que algún día veamos celebrar «la feliz excursión de pacíficos grupos de turistas alemanes por Polonia en septiembre de 1939», «la visita de cortesía de alegres jóvenes japoneses a Manchuria en 1931» o «el regalo luminoso y cálido de los aviadores estadounidenses a las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945». Al tiempo.

*Escritor e historiador