El próximo martes, 18 de diciembre de 2018, se cumplirán 900 años de la incorporación, mediante conquista de Alfonso I el Batallador, de la ciudad de Zaragoza y su entorno al Reino de Aragón. Esta fecha es la más trascendental en la historia de esta bimilenaria ciudad, pues supuso una transformación completa de su sistema político, su sociedad y su cultura. El Rey de Aragón logró mediante capitulación, es decir, una entrega con condiciones acordadas de antemano, que la ciudad más importante y capital del reino musulmán de Saraqusta pasase a formar parte de sus dominios. Los aragoneses permitieron mediante pactos que los musulmanes que así lo desearan pudieran seguir viviendo en Zaragoza, manteniendo su religión, su culto y sus costumbres, además de sus instituciones privadas y su propio sistema jurídico, al igual que los judíos que ya habitaban desde hacía siglos aquí. Con los aragoneses llegaron aquitanos, bearneses, vascones, castellanos y gentes de otros lugares, que hicieron de Zaragoza una ciudad «multicultural» (en lenguaje actual) durante el resto de la Edad Media.

Esta efeméride ha sido recordada con una serie de conferencias teatralizadas por la Fundación Caja Rural de Aragón (Bantierra) y la Diputación Provincial de Zaragoza, a cargo de la compañía de teatro Los Navegantes. Además, Aragón Radio emitirá durante todo el día 18 un especial sobre este acontecimiento.

Por su parte, la institución que más interés debería haber puesto en ello, el Ayuntamiento de Zaragoza, apenas ha hecho otra cosa que poner su nombre en un popurrí de «celebraciones» donde se mezclaba todo lo que acababa en 18, desde la fundación de la taifa saraqustí en 1018, a la de la Casa de Ganaderos en 1218 o la elección de la archidiócesis en 1318 e incluso la visita de Carlos I en 1518.

Desde el ayuntamiento han alegado en privado que no había nada que celebrar, confundiendo celebración con conmemoración, y fiesta con historia.

Así, y salvo la iniciativa cultural conjunta de Fundación Caja Rural y Diputación Provincial de Zaragoza, y alguna iniciativa privada, el IX Centenario del año más decisivo y crucial de la Historia de Zaragoza ha sido olvidado, y ni siquiera enviado al baúl de los recuerdos, por su ayuntamiento.

Y es que hay munícipes a los que, al parecer, no les apetece recordar otra historia que la que les interesa. Ocultar el pasado que no gusta, como se ha hecho tantas veces en España, y ahora en Zaragoza por parte de su ayuntamiento, es un claro signo de ignorancia cuando o de sectarismo. H *Escritor e historiador