Partido Socialista Obrero Español es, de lejos, el que cuenta con una historia más larga entre todos los que forman parte del parlamento actual. Siendo así, parece del todo natural que haya pasado por épocas de gloria pero también por momentos delicados. El último de ellos es el que se mantiene, sobresalto tras sobresalto, desde que Pedro Sánchez ganó de forma tan legítima como convincente el derecho a liderarlo. Son muchos los frentes que el PSOE de hoy mantiene abiertos y cabe dudar acerca de la manera como maneja bastantes de ellos, comenzando por todo lo que rodea el problema del soberanismo catalán. Pero querría referirme a otro episodio diferente, aunque no menos oscuro: el del encuentro en Barajas del ministro de Transportes y figura destacada del partido, José Luis Ábalos, con la vicepresidenta venezolana. Tras sucesivas y contradictorias explicaciones acerca del porqué de esa entrevista, que ponen de manifiesto la torpeza del ministro y de todo el equipo de comunicación a la hora de dar una versión convincente, el señor Ábalos ha decidido defenderse atacando a quienes le reclaman transparencia. Asegura que los que le critican tratan de atacar los 140 años de historia del PSOE. Es difícil ofrecer un argumento más chapucero y torpe. Con su inexplicada gestión, el señor Ábalos contradice lo que cabe esperar de un Partido Socialista como era el que contribuyó a salir con éxito de la dictadura. Verdad es que bajo las siglas del PSOE actual se albergan dos corrientes ideológicas opuestas, la que remite a Felipe González y la que puso en marcha Zapatero tras dejar la presidencia del Gobierno, que parece estarse prolongando con Pedro Sánchez. A mi entender, y al de numerosos simpatizantes del centro izquierda que se han manifestado incluso con manifiestos públicos, esa segunda forma de entender el socialismo está destruyendo la socialdemocracia. Dicho de otra forma, es el señor Ábalos quien ataca y amenaza el siglo y medio de historia del PSOE.