Aunque la propaganda oficial se ha centrado en que España supera a Italia en renta per cápita medida por paridad de compra, el reciente Informe del FMI dice muchas más cosas y de mayor enjundia. Por ejemplo, que en el 2019, tras seis años de recuperación, España seguirá ostentado una tasa de paro del 15% de la población activa y una deuda pública equivalente al 95% del PIB reflejando, ambos datos, dos de las mayores vulnerabilidades que señala el Fondo este año para la economía mundial: la desigualdad por un crecimiento escasamente inclusivo y el endeudamiento público, ante la evidencia de que el proceso en marcha de normalización de la política monetaria se traducirá en subidas en los tipos de interés.

En su proyección a medio plazo, además de insistir en lo menguante de nuestra recuperación que desde el pico del 2015 con un crecimiento del PIB del 3,4% bajará al 1,7% en el 2023 sin haber superado los problemas estructurales que arrastramos y con un peso casi total de la demanda interna, lo que desdice a quienes insisten en el cambio de modelo. Es verdad que proyecta una consolidación del superávit externo por cuenta corriente, que sí es algo novedoso en nuestra historia económica, pero que refleja otras cosas: la potencia actual de nuestro turismo y, sobre todo, la importancia del saldo neto de los servicios no turísticos, fruto de la internacionalización de las empresas españolas.

Señala el Fondo que estamos, por primera vez en mucho tiempo, en un ciclo de crecimiento acompasado en todo el mundo y con bajas inflaciones, lo que se traduce en otro impulso a la convergencia global. Así, las economías avanzadas crecen al 2,5% empujadas por una reactivación de la inversión, mientras que las emergentes y en desarrollo lo hacen al 4,9%.

TAMBIEN SE ESPERA que el crecimiento del comercio mundial, más allá de las incertidumbres por la actitud errática del presidente Trump, siga superando al del propio PIB mundial. Sin embargo, como señalaba el exministro Guindos en una comida privada de despedida esta semana en el IE de Madrid, el FMI pone el acento, en el informe de este año, en los riesgos que acechan a ese panorama tan positivo señalando, en concreto, los cuatro siguientes: vulnerabilidad financiera, en su doble versión, elevado endeudamiento (público y privado) unido al desplazamiento de la inversión hacia activos con mayor rentabilidad y riesgo ante el mantenimiento de políticas monetarias acomodaticias; erosión del libre comercio multilateral y aumento del apoyo a medidas proteccionistas que reducirán el crecimiento global; shocks derivados del cambio climático y tensiones geopolíticas, ambos con repercusiones sobre las corrientes de emigrantes y el efecto que estas pueden causar sobre la estabilidad de los países receptores afectados por el populismo.

Ante este panorama, el Fondo llama a que los gobiernos de los países avanzados aprovechen esta fase de bonanza para elevar su potencial de crecimiento, en un contexto de revolución tecnológica y envejecimiento de la población, con reformas estructurales que se detallan y, a la vez, ir preparando los colchones que amortigüen la próxima etapa de desaceleración (o incluso crisis) que el comportamiento cíclico de la economía nos traerá en algún momento.

En este ultimo sentido hace una mención especial a la necesidad de que España genere un superávit primario que le permita ir reduciendo su deuda pública.

Resulta llamativo que, en línea con lo dicho en enero por el Foro de Davos, se señala en el informe que la creciente desigualdad y una polarización social excesiva amenazan al crecimiento a medio plazo, por lo que pide recuperar políticas sociales y salariales que las reduzcan. A la vez, insiste en que las necesarias mejoras de productividad no pueden provenir de un deterioro de las condiciones laborales sino de un esfuerzo inversor en nuevas tecnologías y en formación profesional, apuntando, también, la lucha contra el cambio climático como prioridad.

COMO CONCLUSIÓN, resaltar una frase del informe: no hay motivos para la complacencia. Es decir, contentos porque las cosas van bien en la economía mundial pero preocupados porque no se está aprovechando para hacer las reformas necesarias que consoliden el crecimiento y lo alejen de los volátiles vientos de cola. El mayor riesgo es, pues, no hacer nada. O sea, mantener a España entre el 15 y el 95%.

@SevillaJordi

*Exministro del PSOE