Aprovechando que estos días se debate en el Ayuntamiento de Zaragoza sobre el modelo de fiestas del Pilar, he recordado un libro que publicó este periódico en 2016, titulado Memoria sentimental de las fiestas del Pilar . En él hablábamos de aquella vez excepcional (1918) en la que la mal llamada «gripe española» obligó a suspender los festejos. Entre los actos programados estaban el Rosario de la Aurora, gran diana militar y procesión general. Esto para el 12 de octubre. El día 13, el plato fuerte era una gran corrida de toros con los diestros Joselito, Saleri y Cámara . Y el día 16, como glorioso remate, una comida extraordinaria para los presos de la cárcel. Lo sabemos porque publicamos entonces un programa de mano original de la época. El plan quedó truncado con la llegada de la gripe a Zaragoza. El consistorio debatió, en largos plenos, qué hacer con las fiestas, y ganó el sentido común: se suspendieron hasta el año siguiente para evitar aglomeraciones. Les transcribo un titular del periódico La crónica de Aragón del 8 de octubre de 1918: «La ciudad, no epidemiada, sin fiestas y llena de temor». Si buscan en internet, en la web del ayuntamiento hay colgada una página del acta de las deliberaciones del pleno, escrita a mano y con prosa decimonónica. Quiero decir con esto que, más allá de las críticas, y visto que cuando las acciones son voluntarias, la mitad de la gente no hace ni caso, bien suspendidas están las fiestas, que tampoco es la primera vez. Y aprovecho para insistir al señor alcalde: vigilen los transportes públicos, que lo de llevar bien puesta la mascarilla, la gente se lo pasa por el forro. Igual el problema es que el alcalde no va en autobús y no es consciente, no sé… H