Parecía que la política exterior, es decir, la guerra de Irak, dominaría los tres debates televisivos entre los candidatos a la Casa Blanca. Al final, las cuestiones internas, los temas económicos y sociales, ocuparon buena parte del último encuentro. Ahí los electores han podido observar las grandes diferencias en las ideas y en los programas de Bush y Kerry.

El balance económico de la presidencia de Bush arroja un empeoramiento de las condiciones económicas y laborales de millones de estadounidenses, a los que no ha llegado el "conservadurismo compasivo" que predicaba el presidente en la anterior campaña. Paralelamente, el superávit heredado de Clinton se ha convertido en un déficit galopante. Ambas realidades impidieron a Bush defender su actuación y facilitaron las cosas a su contrincante, que lidera además un partido con mayor conciencia social.

El aspirante ha sido ganador de los debates, pero no con la fuerza suficiente para convertirse en favorito indiscutible. Persiste la sensación de empate técnico y de incertidumbre. En los 20 días que quedan de campaña habrá mucha dureza por ambas partes, pero los debates han servido para marcar las posiciones, muy distintas, de uno y otro, en casi todo.