Esta vez no se sabe quién es el guionista, solo sabemos que el protagonista indiscutible sigue siendo Donald Trump. América pegada a los televisores, y por extensión el resto del mundo, para presenciar la investidura Joe Biden a las 12 horas, hora local por allí. Y a esa misma hora el republicano Trump dejará de ser el presidente de Estados Unidos.

Esa mañana muy temprano algunas cámaras con sus potentes teleobjetivos enfocan la puerta de atrás de la Casa Blanca, adornada por media alfombra roja. Ridícula para la ambición delirante del hombre que la va a pisar en unos segundos. En cuanto salga. Parece que Trump se lo toma con calma. No quiere entregar el mando al que va a ser el 46 presidente de la nación más poderosa del planeta (con permiso de China). En el exterior poca gente. A un lado, su extensa familia y allegados. Al otro, los escasos asesores que todavía le permanecen fieles. En la explanada el helicóptero militar aguarda a encender sus motores y emprender el vuelo con el pájaro dentro.

Reina una tensión acumulada. La puerta abierta sigue en negro. ¿Saldrá o no saldrá? Este hombre es capaz de todo. Hace dos semanas lideró, arengó y ordenó el asalto al Capitolio. Un golpe de estado en toda regla que hizo sonrojar al mundo por estrafalario y casposo. Aquella invasión de bárbaros se parecía más a una fiesta de Halloween pero con armas de verdad y alguna persona muerta. El hombre que al otro lado de la puerta se lo piensa parece paralizado por la ira y el odio contra la democracia. Quiere parar el reloj. Seguir intoxicando al pueblo que le sigue a golpe de tuit. No se rinde. Eso nunca. Su locura, inestabilidad, desequilibrio y desquiciamiento alimentan sus pasos y seguro que tiene un plan. Otro plan.

Sale por la puerta de atrás, acompañado de Melania. Parece que desfila por una pasarela, con unas enormes gafas negras que ocultan sus sentimientos. Donald, con corbata roja llamativa. Pregunta algo al de protocolo. Apenas pisan la alfombra y se meten en el helicóptero que sube en vertical hacia la base donde va a utilizar el Air Force One. El último gesto de falta de elegancia. Como los niños que no quieren soltar su juguete. Su ayudante militar carga con el maletín nuclear, la máquina capaz de accionar un ataque atómico. Dentro del impresionante Boeing presidencial va toda la familia Trump rumbo a Florida para huir del relevo forzoso. El psicópata quiere mantener el maletín hasta el final de su mandato. Desea tener al mundo temblando en sus manos. Aunque sabe que hay cuatro maletines y cuatro tarjetas que permiten activar el arsenal nuclear. También sabe que el maletín será activado en el momento en que Biden sea proclamado presidente y el suyo automáticamente desactivado.

Un enorme estallido rompe los cielos y el Air Force One se desintegra en el aire. El mundo puede, ahora, respirar tranquilo. Un héroe anónimo hizo bien su trabajo y evitó el último capricho de Trump. Capítulo V. Fin de temporada. Ficción.