Este es un Día de Aragón singular. No porque las aspiraciones de nuestra comunidad, los desafíos que ha de afrontar o las dificultades que la agobian sean muy distintos de los de años anteriores, sino porque el 23-A llega en medio de una cuádruple encrucijada electoral (con citas el próximo domingo y el 26 de mayo) de una importancia superlativa. La ciudadanía española (y en buena medida la europea en general) ha de determinar el futuro inmediato de nuestras instituciones. Y ello en un momento de cambios dramáticos, cuando los paradigmas políticos, económicos y culturales se ven sacudidos por la revolución tecnológica. el incremento de la desigualdad y las consecuencias del cambio climático.

Aragón no es ajeno a ninguno de los problemas globales, que en su práctica totalidad tienen implicaciones locales muy evidentes. En las generales del 28-A y en las europeas, autonómicas y municipales del 26-M se ventilan múltiples cuestiones entrecruzadas que repercuten directamente sobre nuestro territorio y las gentes que lo habitan.

Aragón no puede administrarse con una financiación tan inadecuada. Aragón se vacía. Aragón debe encontrar su papel exacto en una España plural cuyas partes sufren terribles tensiones. Aragón no acaba de situarse tampoco en un mundo donde la tecnología y los nuevos modelos productivos arrasan con todo lo anterior. No estamos en una comunidad en situación de emergencia, pues en muchos indicadores seguimos por encima del promedio español. Pero tampoco disfrutamos de un horizonte halagüeño: somos cada vez menos, la economía regional depende en gran medida de decisiones ajenas y cada vez se hecha más en falta un plus de actualización, de modernización y adaptación a lo que viene.

Además del mejor olfato del electorado aragonés (que debe manejar con inteligencia sus papeletas), el porvenir exige un consenso político y social que aún queda muy lejos. En los meses previos, los partidismos y las dificultades para hacer apuestas colectivas a favor del interés general han sido más que evidentes. Se lucha por el voto, que es legítimo, pero esa lucha habría de tener un componente menos egoísta, más creativo, más propositivo y sobre todo más proclive al acuerdo cuando se trata de asuntos que a todos interesan. De eso debería ir este 23-A. Este Día de Aragón.