Hace sólo un decenio, la ciudadanía aragonesa aún celebraba el 23 de Abril sosteniendo la movilización popular contra el trasvase que había marcado sucesivos hitos en años anteriores. Flotaban en el ambiente la esperanza, el espíritu combativo y una renovada conciencia. Apenas nada de todo ello ha sobrevivido al paso del tiempo y al impacto de la crisis. El Aragón de hoy es un territorio con problemas, que pierde empuje y población, que afronta un porvenir incierto. No quisiéramos ser excesivamente pesimistas, pero es ya un clamor en ámbitos muy diferentes que esta Comunidad se ha atascado, ante la pasividad de quienes la gobiernan y un notable fatalismo por parte de los gobernados.

SIMPLE JORNADA FESTIVA

Si el Día de Aragón siempre tuvo un carácter festivo, ahora esa faceta ocupa por completo la naturaleza del 23-A. Cualquier enfoque reivindicativo ha desaparecido no sólo de los actos oficiales, de un perfil político cada vez más bajo, sino también de cualesquiera otras propuestas. Fiesta sin demasiadas pretensiones... y nada más. Los actos institucionales convocados previamente en Teruel y Huesca pasaron sin pena ni gloria. En el que tendrá lugar hoy mismo en el Palacio de La Aljafería no se espera nada diferente. Se da por descontada la insustancialidad de los discursos, ceñidos como ha ocurrido últimamente a los habituales lugares comunes.

Pero quien se siente frustrado ante semejante panorama deberá entender asimismo que esas instituciones flácidas y enrocadas en la rutina y la inacción representan la voluntad de todos expresada mediante procedimientos democráticos. El problema no está sólo en la falta de liderazgo político sino también en el absentismo y el desentedimiento de todo un pueblo.

UN PAÍS POR CONSTRUIR

Es preciso salir de esta situación. Y eso exige también el esfuerzo de todos. Hay que asumir nuevos objetivos, mirar a lo lejos, imaginar un país capaz se sobreponerse y de progresar, una sociedad dispuesta a luchar por sus derechos y por una mejor calidad de vida. Aragón sí tiene futuro, pero no vale sentarse a esperar a que llegue solito o lo traigan desde fuera. Es preciso buscar nuevos horizontes acordes con esta época de vertiginosas transformaciones que nos toca vivir. Es la hora de la voluntad.