Han pasado 25 años desde la caída de aquel muro infame que dividía Alemania --y el mundo-- en dos, pero parecen haber pasado siglos. Una estructura de poder nacida de las cenizas de la segunda guerra mundial que privaba de libertad a más de media Europa se vino abajo como si lo ocurrido en Berlín aquella noche del 9 de noviembre hubiera sido un soplo que derrumba un castillo de naipes. El comunismo se hundió y, con él, un mundo bipolar basado en la amenaza nuclear. Quienes vieron en la caída del muro el fin de la historia por considerar que había desaparecido la dialéctica del enfrentamiento se equivocaron, como bien sabemos. Erraron también al pronosticar un mundo unipolar bajo el poder hegemónico de Estados Unidos.

NUEVAS POTENCIAS

Hoy el mundo va por derroteros muy distintos. Hace 25 años nadie hubiera pensado que China sería la gran potencia económica que es hoy, con una capacidad de influencia que le permite también adoptar posturas políticas que inciden en el desarrollo de otras naciones de todos los continentes. Hace cinco lustros tampoco muchos imaginaban que países como Brasil o India alcanzarían un grado de desarrollo tal que conseguirían su lugar al Sol en el concierto de las naciones. Ni parecía posible que, en la oleada democratizadora que siguió, Rusia acabaría intercambiando el comunismo por el nacionalismo exacerbado del que hace gala Vladímir Putin.

FIGURA POLÍTICA

A este mundo de hoy se ha llegado y son muchas las interpretaciones que analizan qué ocurrió exactamente y cuales fueron las actitudes que permitieron que aquella rebelión de noviembre del 1989 se saldara sin violencia y generara el desmembramiento del bloque soviético. Sin embargo, pocos parecen dudar al considerar la figura de Mijaíl Gorbachov como el político que no quiso usar la fuerza que había sido una respuesta tradicional del Este para frenar la insurrección.

Como enseña la historia, en el futuro caben pocas certezas y menos aún cuando el presente está lleno de inseguridades económicas y geopolíticas. Sin embargo, ello no debe ser obstáculo para conmemorar la caída del Muro y recordar que la democracia hay que ganarla día a día.