Con los datos aún calientes y pendientes de las posteriores encuestas poselectorales, que serán las que proporcionen los datos más interesantes, la primera de las grandes conclusiones de las pasadas elecciones generales es que el domingo se cerró el ciclo político iniciado en las elecciones europeas de 2014, en las que el bipartidismo certificó su desaparición.

Durante estos cinco últimos años hemos contemplado la aparición de tres nuevas fuerzas, dos en la derecha y otra en la izquierda, que han transformado por completo una estructura de partidos que parecía prácticamente intocable desde la restauración de la democracia.

En la derecha, la pugna por ocupar el lugar predominante no ha hecho más que empezar: Ciudadanos, pese al aumento en escaños, no ha terminado de culminar las expectativas de sus dirigentes, especialmente de un Albert Rivera al que se ha visto excesivamente ansioso por el resultado durante la campaña electoral. Lógicamente tratará de culminar el sorpasso , aunque no será sin la resistencia de un PP que atraviesa los momentos más oscuros desde su refundación en 1989, pero que todavía dispone de un formidable entramado territorial. Será raro que esta pugna no afecte a Vox, partido que una vez inmerso en el entramado institucional del Estado, tendrá mucho más complicado seguir sacando rédito a su imagen de outsider del sistema.

En la izquierda el horizonte parece mucho más despejado, con el PSOE de nuevo al frente y con el incuestionable liderazgo de Pedro Sánchez. El secretario general de los socialistas acaba de recibir un cheque en blanco que, sin duda, aprovechará para reformar las estructuras territoriales de su partido a fin de evitar las disensiones que, más allá de lo razonable, pusieron en peligro la continuidad del partido más veterano y, quizás, más importante de la política española.

Pero el resultado del domingo no supone tan solo la victoria numérica de la izquierda y el PSOE en particular. Implica también el respaldo mayoritario de los ciudadanos españoles a una forma de hacer política. El apoyo a las políticas sociales que impulsa el presidente del gobierno desde su llegada a la Moncloa en junio de 2018, incluyendo sus ejes programáticos más destacados: la lucha contra desigualdad y la pobreza infantil, las políticas de igualdad y de lucha contra la violencia machista y, por supuesto, la vía del diálogo para tratar de resolver el laberinto catalán tras una década en la que las posiciones de los gobiernos conservadores a este respecto no hicieron sino aumentar el número de independentistas.

Otra enseñanza del 28 de abril tiene que ver, precisamente, con el auge del nacionalismo periférico. Los resultados en País Vasco y Cataluña demuestran que el discurso antinacionalista genera más nacionalismo, y que pensar en soluciones que excluyan el diálogo solo van a servir para acentuar el problema. Que Bildu haya doblado su representación parlamentaria, que ERC haya alcanzado sus mejores resultados históricos y que el PP se haya quedado con cero y un escaños en País Vasco y Cataluña respectivamente, debería servirnos de advertencia y recordarnos que es imprescindible contener el nacionalismo independentista con la fuerza del diálogo y no por medio de la crispación.

Y así, casi sin tiempo para coger aliento, nos metemos de lleno desde ya en un nuevo proceso electoral que puede arrojar resultados bien diferentes o confirmar las tendencias. Las elecciones locales y autonómicas que tendrán lugar en menos de un mes son una nueva prueba de fuego para los cinco partidos, aunque en este caso la fragmentación en la derecha no va a resultar tan perjudicial para los intereses de PP, Ciudadanos y Vox, que con los resultados del domingo estarían en disposición de cuestionar el gobierno de las principales instituciones aragonesas.

La capacidad de movilización de la izquierda en Aragón, factor que va a depender mucho de la salud de los aparatos de PSOE y Podemos, y sobre todo la voluntad de defender unas políticas sociales que, sin duda, han mejorado el bienestar en la comunidad autónoma, serán los factores clave que determinarán el resultado de unas elecciones que inaugurarán el nuevo ciclo de la política en nuestro país.

*Licenciado en Historia Contemporánea