El ser humano es el único animal que vuelve a tropezar dos veces en la misma piedra. Sabio proverbio. Se cumple el aniversario de aquel fatídico 8-M, en el que la imprudencia, el alineamiento y el alienamiento mental, trajeron consigo un infortunio sanitario sin precedentes. Aquella irresponsable marcha en pro de los derechos de la mujer desató una vorágine coronavírica imparable. Responsables políticas de primera línea acudieron, aún a sabiendas de los peligros sanitarios que entrañaría la concentración masiva de personas.

Hoy, un año después de conocer los efectos devastadores del covid, especialmente en macro quedadas de esta índole, la historia se repite. Parece que en Madrid, esta vez no, pues a última hora, la Delegación del Gobierno madrileña ha cancelado todas las manifestaciones convocadas por cuestiones de salud pública. Olé esa presidenta que tantos revuelos levanta entre sus homólogos autonómicos. No corremos la misma suerte en Aragón, donde ya están anunciadas más de 14 manifestaciones en torno al 8-M. Que me expliquen el sentido de salir a la calle en masa, en un contexto como el actual en el que las autoridades apelan a la prudencia, el argumento con el que justifican los confinamientos perimetrales provinciales hasta seguramente después de Semana Santa.

«No ha lugar. La situación epidemiológica de nuestro país no permite ni se entendería el llevar a cabo estos actos. No es responsable acudir a manifestaciones». Así de claro lo tienen Carolina Darias y Margarita Robles, nuestras ministras de Sanidad y Defensa. ¿Por qué entonces Aragón da su parabién a estas marchas procovid? No pasa nada, y de pasar, seguro que la culpa la tendrán los bares, que desde hoy pueden abrir hasta las 22.00h.