El pasado 8 de marzo se celebró la conmemoración del Día Internacional de la Mmujer. Pasados más de 110 años desde el comienzo del festejo de esta fecha la conclusión, hoy en día, es que las mujeres todavía no han alcanzado la meta de ser iguales al hombre. No habiendo sucedido esto en ningún aspecto de la vida, ni personal ni profesional, es curioso, que los hombres no mostremos el suficiente arrepentimiento de porqué entre ambos continúa habiendo esa diferencia de privilegios.

Todavía no entiendo cómo es posible que a estas alturas de la civilización debamos estar inmersos en esta lucha; creo que nadie duda de que la especie humana, compuesta por hombres y mujeres, conforma una necesidad evolutiva, por tanto, no existe papel predominante entre ellos: son un complemento necesario.

Han sido muchos siglos de un total dominio del hombre sobre la mujer, y esto que nunca ha respondido a ninguna racionalidad, solo puede entenderse desde una posición de miedo. El hombre ha llegado a la conclusión de que la mujer es más capaz de garantizar la evolución de la especie, y por ello ha priorizado la fuerza física frente al pensamiento, y esto, que en todo caso, debería haberse entendido como un activo del cual aprender, se tomó como una discapacidad del hombre.

Pero nada es eterno y, como es lógico, era previsible que en algún momento la mujer iba a reivindicar su posición natural en la especie, es decir, la igualdad con su congénere (entendido como seres que tienen el mismo origen). Sin embargo, no piden que en contraprestación con tanto dominio y desprecio del hombre a la mujer se reviertan los papeles y sean ellas quienes tengan el poder. Es mucho más fácil, lo que piden es equidad de derechos, porque todos somos iguales, siendo benévolos para con nosotros los hombres.

No dejemos que la discusión sobre el significado del movimiento feminista oculte la realidad del hecho. No es una batalla política ni histeria de un grupo de mujeres que quieren llamar la atención, solo es algo tan simple como lograr igualdad y respeto, porque si la fuerza fuese el instrumento de prevalencia en la naturaleza, el oso estaría por encima de nosotros y no es así. La inteligencia y la capacidad de pensar es lo que nos diferencia de las demás especies. Esta igualdad no es un concepto exclusivo en alguna parcela, lo es global, porque debe darse en la capacidad de diferenciar el modelo de sociedad; en el papel dentro de la familia; en lo concerniente al desarrollo profesional y ante todo al respeto que debemos sentir unos por otros, sin diferenciación de ningún tipo.

La particularidad que da pertenecer a diferentes clases sociales marca un desequilibrio que, en gran medida, se aleja a los conceptos de justicia social. En este espacio es complejo poder hablar de igualdad, con la excepción reivindicativa que debe originarse en las oportunidades que debe tener todos los miembros de la sociedad para que sean cada uno de ellos los que según su capacidad puedan ocupar una u otra posición.

No hagamos que la marca de nuestra especie sea la desigualdad obligada de parte de sus miembros, pues estaremos viviendo en un modelo de fuerza y no de inteligencia.

Necesito creer que un día veré que el 8 de marzo es un día más sin celebraciones, porque la igualdad será la marca.

*Presidente de Aragonex