Hoy, apenas se habla de política y menos de los políticos, sin que se utilicen los dicterios y descalificaciones como deriva cuasinatural del asunto. Pienso que no deberían generalizarse las acusaciones que reciben en general, los gestores de la res pública, cuando no el menosprecio "de todos ellos" tan habitual como inicuo, en las conversaciones al uso.

En política abundan más los buenos que los malos, aunque no tanto como los mediocres, pero aquellos no suelen ser noticia tanto como los mediocres y los malos. En el ámbito político como en otros y no menos, hay muchas personas decentes y respetables.

Admitamos que entre los elegidos por sufragio pueden abundar los indocumentados porque nadie estudia para alcalde, diputado o ministro y porque en ese medio, los cucos y los vivos "brillan" más que los inteligentes. Tontos políticos apenas se conocen. Cosa distinta es la escenografía política que, como la teatral, cultiva la apariencia más que la realidad.

¿Quién puede creer hoy en la vigencia del binomio "izquierdas-derechas" como una distinción políticamente significativa? Ortega las llamaba "fantasmas mancos del pasado"; nadie suele ser conservador o progresista, en todo; depende de lo que no tenga y del precio que le pidan.

Nadie podría confesarse contrario por ejemplo, a la igualdad fundamental entre todos los seres humanos, pero la praxis cotidiana revela que todos (personas o suelos) no asumimos las mismas ambiciones ni contamos con los mismos medios naturales y sociales. En España aún se mantienen privilegios fiscales que provienen de las guerras carlistas y que son escasamente compatibles con el régimen tributario de la UE y que por tanto, tendrán que acabar desfalleciendo. Nuestro régimen autonómico carecería de sentido si se interpretara más desigualmente aún para algún territorio, compensándole de otros imposibles. ¿Será ese el verdadero objetivo de "los mases"?

El resultado de las últimas elecciones catalanas no sirvió para alentar las desmedidas pretensiones del todavía presidente de la comunidad autónoma de Cataluña y ni siquiera sirvió para permitir a Mas, seguir gobernando con el mismo número de escaños que tenía, porque perdió doce.

Entiendo que eso bastaría para que, de propia iniciativa, Mas renunciara a la Presidencia que aún desempeña, porque ha sido él mismo quién provocó una situación casi imposible para su continuidad. Cataluña, "terra de raó", no alentó el camino que pretendía Mas, sino que de entrada, lo deslegitimó. Sería tan interesante como inviable, conocer la verdadera opinión de Jordi Pujol sobre la iniciativa de Mas; la diferencia entre ambos, quizá resida en que Pujol no abunda en pasos ociosos y Mas los intenta hasta por dónde no hay suelo. Como en la vieja película de Blasetti, Mas quiso dar "Cuatro pasos por las nubes". Como presidente, se mostró frívolo y en absoluto, riguroso. Los titulares de cargos públicos, según la Constitución del Estado español, pueden proyectar reformas estructurales tan ambiciosamente como sueñen o les convengan, pero nunca estarán autorizados para emprenderlas sin respetar los caminos que nuestro Texto Fundamental prescribe ni pueden por ello, decir que quieren un referéndum para separar a Cataluña de España "sí o sí" (o sea, "diga lo que diga la Constitución"). A mayor abundamiento, en esa consulta estaríamos implicados todos los ciudadanos españoles.

Las pasadas elecciones catalanas desmienten a Mas. Al presidente de cada comunidad autónoma se le confía no sólo "la suprema representación" de la misma sino también "la representación ordinaria del Estado en aquella" (art. 152.1 de la Constitución) así que se obliga a actuar según Constitución, nunca arbitrariamente; Mas no podría soplar y sorber al mismo tiempo.

¿A qué precio "venderán" su posible colaboración con el nuevo Gobierno catalán, los demás partidos? ERC que es de Cataluña pero ajeno a las ideas de Convergencia, anuncia apoyos pero no participar en el Gobierno; el PSOE corrigiendo pasados yerros pero "ya veremos", apunta vagas discrepancias y en fin, el PP nada anticipa, salvo su generosa predisposición a hablar si Mas muestra finalmente, maneras muy distintas; si el PP tolerase los excesos de Mas, lo natural sería lo del refrán, que "perdiese pan y que perdiese perro".

Insisto: es posible que Artur Mas no sepa a dónde va.