Pedro Sánchez ha negado que partiese de él la orden a Ábalos de encontrarse con Delcy Rodríguez en Barajas. Así que, según la explicación ofrecida en el Senado por el presidente del Gobierno, el ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana cobró vida propia, algo que no parece concordar con su trayectoria subordinada como hombre de confianza para todo del inquilino de la Moncloa. Ábalos ya tenía dicho, presumiblemente para no implicar a su jefe en este turbio episodio, y en una de sus múltiples versiones del encuentro, que había acudido al aeropuerto porque se lo había pedido el ministro del Interior. Sin embargo, la oposición no se cree que Grande-Marlaska tenga la autoridad para ordenarle a un colega la ejecución de un encargo que probablemente tendría que haber atendido él mismo como superior policial. Tampoco les encaja que Ábalos sea lo suficientemente autónomo para tomar él la decisión de dirigirse a Barajas por su cuenta y riesgo en una hora intempestiva, con el fin supuestamente de evitar un incidente diplomático con Venezuela originando una crisis de confianza entre los socios europeos y Estados Unidos al auxiliar a una dirigente imputada por represaliar a su pueblo. La ausencia de explicaciones perseguirá a este asunto que sigue coleando. Puede que un día o bien un año de estos se aclare lo que realmente ocurrió y a qué vino la vicepresidenta venezolana acusada por la UE de violar los derechos humanos. Pero puede también que no; precisamente para jugar con este tipo de información sensible y manipularla se ha infiltrado Pablo Iglesias en el CNI. Aún así, debo rercordarles que la vida es un largo viaje con mapas dibujados por un tonto, donde uno nunca sabe cuándo va a saltar la liebre.

*Periodista