La tragedia de Esquilo, Prometeo encadenado, sigue teniendo hoy muy actuales lecturas. Por culpa de su desobediencia, Prometeo fue condenado a un eterno tormento. Cautivo en una inaccesible roca, un águila (imagen de Zeus) le devoraba lentamente el hígado. A esa atroz tortura había sido condenado Prometeo por haber traicionado a los dioses, entregando a los seres inferiores, es decir, a los hombres, el secreto del fuego y, lo que era más punible a ojos del Olimpo, por haberles abierto las puertas del conocimiento. Preso, el orgulloso Prometeo no se arrepentía de ello, proclamando con su actitud una resistencia contra Zeus, al que aspiraba a derrocar, sustituyendo su mandato por otro más compasivo…

Algo así, pero menos empíreo y celestial, aspiraría a representar Santiago Abascal con su docudrama Abascal encadenado frente al tonante Zeus de La Moncloa.

Como argumentos de su lucha en la oposición, el líder de Vox acusa a Pedro Sánchez de prácticas dictatoriales aspirantes a instaurar una tiranía en España, un régimen social-comunista laminador de libertades basado en el gobierno por decreto y en los telediarios de Franganillo.

Según su libre vozarrón o voz, un tanto encadenada todavía a esa moción de censura que le salió chunga por el culatazo (más que retroceso) de Pablo Casado a su disparo parlamentario con la escopeta nacional, Abascal aspira ahora a representar el papel del héroe abatido, mas no vencido, que cayera en batalla por ayudar a su pueblo. El español, claro. Encadenado, a su vez, por catalanes y vascos, comunistoides y oscuras fuerzas del socialismo internacional, de Joe Biden a Putin, pasando por Nicolás Maduro y Pablenin Iglesias, todos ellos ricos en trucos y euros, y algunos muy millonarios...

El rebelde y clase media Abascal, escindido del PP, como tantos otros militantes y cargos de Vox, también el nuevo presidente zaragozano, Julio Calvo, se levanta en su roca no solo contra el rojerío, también contra el azul olímpico que le vio nacer y crecer en política. Aznar y otras divinidades le abandonaron en cuanto quiso hacerse carne de candidato y mortal… de necesidad. Ahora, ¡oh, ingratos!, lo apartan, lo condenan… ¿Será cosa del destino, como en la tragedia griega?