Soy vasca, española y europea. Siento mucho orgullo de pertenencia a mis tres patrias, casas, hogares, y tremenda pena cuando se producen actos tan lamentables como el acontecido unos días antes del 40º aniversario de la Constitución. Resulta doloroso saber que todavía quedan cabezas no pensantes capaces de agredir a un compatriota suyo, solo porque este participe, ejerciendo sus derechos, en una reunión de un grupo estudiantil universitario que defiende la unidad de España… Al grito de «español de mierda», con capuchas en sus rostros, al más puro estilo ku klux klan en su versión euskaldun, fueron varios los que apalearon a un joven, igual de universitario y vasco que ellos, pero con un pensamiento político distinto. Una pena, más todavía si cabe por el lugar de los hechos, la universidad, un espacio que debiera considerarse sagrado, imperturbable, con cabida solo para el conocimiento, la dialéctica, el aprendizaje y el crecimiento. No obstante, me niego a pensar y a darle la razón al presidente del PP, Alfonso Alonso, al afirmar que la universidad vasca se ha convertido en un nido de radicales con cobertura institucional, y «que la libertad no está garantizada en el País Vasco y está prohibida en el campus de Álava», solo porque algunos grupos con una ideología más radical cuenten con locales dentro de la universidad. Este episodio, no deja de ser fruto de una abducción, espero pasajera, de las mentes de unos jóvenes, víctimas de un sistema cultural con muchas fallas humanas, pero todavía recuperable.

*Periodista y profesora de universidad