Las numerosas y sinceras muestras de condolencia y pesar que ha propiciado la muerte de José Luis Abós ponen de relieve la calidad humana, profesional y técnica del exentrenador del CAI Zaragoza. Con su fallecimiento, el deporte aragonés pierde un referente que hizo carrera de su pasión y levantó con orgullo la bandera de su ciudad. No lo tuvo fácil. Fue Abós profeta en su tierra, consiguiendo por méritos propios una reputación personal y deportiva al alcance de muy pocos. Su dolorosa muerte no solo deja huérfano el baloncesto aragonés, sino que arranca a uno de los mejores aragoneses, capaz de conseguir las metas que se propuso sin renunciar a firmes valores y convicciones personales. Fue un ejemplo no solo para el deporte, sino para una sociedad desorientada, necesitada de exponentes auténticos. Los premios que se le concedieron en vida, entre ellos y de los primeros el que le dieron los propios lectores de EL PERIÓDICO en el certamen Aragoneses del Año, o el más reciente como ciudadano ejemplar otorgado por el ayuntamiento zaragozano, deberían ser la antesala del homenaje póstumo que la ciudad le debe.