Por algún motivo no bien explicado, hay situaciones injustas, abusos manifiestos y medidas sin explicación posible que perduran en el tiempo. Normalmente provocan quejas y protestas, se discuten en los foros ciudadanos, generan pronunciamientos de los representantes políticos y, poco a poco, se olvidan o, por lo menos, pasan a un segundo o a un tercer plano. De modo que, si no se consigue revocar esas medidas en un primer momento, se van consolidando, se convierten en algo que la gente ya sabe, y acaban por verse como algo normal. Algo que lleva ahí mucho tiempo y por lo que ya no vale la pena protestar.

Uno de esos abusos, que forma ya parte del paisaje para los zaragozanos porque nos hemos acostumbrado a él, es a que nos cobren por entrar a visitar la catedral del Salvador, la que conocemos como La Seo. Más de veinte años llevamos pasando por taquilla religiosamente (en todos los sentidos de la palabra) si queremos disfrutar de las bellezas que guarda en su interior este templo católico a cuya restauración multimillonaria contribuimos con nuestros impuestos todos los aragoneses, con independencia de sus creencias religiosas o de su ausencia de ellas.

En 1998 los Reyes de España inauguraron las obras de restauración de la Seo, después de más de dos décadas de trabajos para recuperar este monumento del abandono secular en el que se encontraba. Habrá que recordar para los jóvenes que, durante cuarenta años de nacionalcatolicismo, ni el dictador que entraba en los templos bajo palio ni la jerarquía católica pusieron los medios necesarios para su mantenimiento y tanto la Seo como sus alrededores habían degenerado hasta convertirse en una zona degradada por la que no era aconsejable internarse de noche. La ruina, y tal vez la piqueta, era el destino cantado para el más importante de los templos cristianos de la ciudad, escenario además de acontecimientos históricos fundamentales para Aragón. Allí, frente al Altar Mayor, prestaban juramento los reyes de Aragón ante el Justicia y los representantes aragoneses bajo la famosa fórmula: Nos, que cada uno de nosotros somos igual que vos y todos juntos más que vos, te hacemos Rey si cumples nuestros fueros y los haces cumplir. Si no, no.

Tuvo que ser la democracia recién nacida, y el primer gobierno autónomo aragonés (socialista), cuyo consejero de cultura era José Bada, quienes se pusieran manos a la obra y se rascaran el bolsillo para salvar de ese triste final a la Seo. Un convenio firmado en 1984 entre el gobierno aragonés y el Arzobispado de Zaragoza, al que se sumaron las Cajas aragonesas, dio luz verde a los trabajos de restauración tan necesarios. El convenio, como suele ocurrir cuando uno de los firmantes es la Iglesia Católica, fue leonino. Los cálculos oficiales cifran en unos 15 millones de euros el coste de esos trabajos, de los que 12 salieron de las arcas públicas regionales (moléstense, si quieren, en traducir esa cantidad a las pesetas de la época y sitúenla en relación con los modestos presupuestos de la DGA). El resto, mucho menos, fue la aportación de las Cajas de Ahorros. El Arzobispado puso su complacencia.

La Seo recuperada se convirtió en motivo de orgullo para los zaragozanos (las obras de restauración arrojaron un resultado excelente) y, después de tanto tiempo cerrada no solo al culto sino también a las visitas, despertó el lógico interés entre los de aquí y entre los que venían a visitarnos, deseosos de ver con sus propios ojos lo que les mostraba la televisión. Y, siempre diligente para esas cosas, la jerarquía eclesiástica captó a la primera las posibilidades de negocio. Si quieren ver la Seo por dentro, se dijeron, que pasen por caja.

Una entrada para visitar la catedral y otra si, de paso, quieren ver el magnífico Museo de Tapices. ¿Patrimonio de la Humanidad? Vale, pero la propiedad es privada (del Arzobispado) y este es quien pone el precio. Hubo encendidas polémicas porque a la gente entonces no hacía falta recordarle que la obra la habían pagado ellos, y no quienes cobraban por visitarla. También hubo iniciativas políticas para impedir semejante desafuero, y yo mismo (como responsable de Hacienda en el Ayuntamiento y como diputado) protagonicé algunas..Ni permiso municipal, ni mayoría en el grupo. No conseguí absolutamente nada.

Luego, como suele ocurrir, el asunto se fue enfriando y como quiera que para entonces Aragón tenía un gobierno conservador, presidido por Santiago Lanzuela, asiduo de las misas dominicales en Santa Engracia, y la plana mayor del Departamento de Cultura estaba en las mejores relaciones con el arzobispo, las quejas y los ar-gumentos contra aquel abuso se quedaron en agua de borrajas. Y la gente empezó a acostumbrarse a pagar. Hasta hoy.

¿Es poco dinero? Según como se mire. En la actualidad, el peaje por entrar es de cuatro euros por barba, y otros cuatro por entrar al Museo. Lo que significa que una familia compuesta por padre, madre y dos hijos, que decida dedicar una mañana a la visita completa, se dejará en taquilla treinta y dos euros. Puede que para alguno no sea una cifra prohibitiva pero seguro que para muchos es disuasoria. Multiplíquenla por el casi un millón de turistas que pasan anualmente por Zaragoza, muchos de ellos visitantes de la Seo, súmenle los nativos interesados en darse una vuelta por ahí y podrán hacerse una idea del montante que produce el negocio. No hay detalles más concretos porque otro de los chollos de los que disfruta el Arzobispado es que la Administración renuncia a controlar el número de los que visitan el templo y permite que no se emitan facturas… Si no se considera irreverente, me atrevo a decir que se le da tratamiento de paraíso fiscal.

Nada de lo que acabo de decir es una novedad, pero, como decía al principio, hay situaciones injustas que a fuerza de repetidas se consideran normales y no lo son, abusos que se convierten en costumbre y disparates que acaban por no parecerlo. ¿Sería mucho pedir que nuestros gobernantes y munícipes se replanteen la posibilidad de que esta tasa que se nos cobra a los aragoneses (paganos, al fin y al cabo, de la obra que tan pingües beneficios reporta a bolsillos privados) sea abusiva e injusta? ¿Sería mucho pedir que, por lo menos, se controlen eficazmente esos beneficios como se controlan los del resto de los ciudadanos?

En todo caso, será bueno que nadie se olvide de ello, que se vuelva a discutir sobre el asunto y que no consideremos como algo natural, lo extraordinario. <b>*ATTAC-Aragón

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