Pablo Casado tiene las sonrisas contadas. Seguirá por un tiempo, corto, mostrando su espléndida dentadura de ave de presa ante su público afín, pero después de la rápida dimisión de la ministra Montón (otra tramposa) ya no puede sostenerse. Está contra las cuerdas. Su aparente gallardía ficticia y las tonterías que dice tienen fecha de caducidad. Es de suponer que Mariano Rajoy desde su paraíso de Santa Pola sonreirá de forma oblicua. Lo mismo que Soraya Sáenz de Santamaría, vencida y humillada con malas artes, mucho más preparada que el niñato pepero con ganas de comerse el mundo, sin talento.

El único escudo que protege de momento a Casado es el aforamiento. Un recurso legal para cobardes. El Tribunal Supremo ya recibió en agosto la causa contra el presidente del Partido Popular, Pablo Casado, por haber recibido un título de máster en la Universidad Rey Juan Carlos sin haber acudido a clases, no haber realizado trabajos y haberle convalidado 18 de las 22 asignaturas. La juez que llevó el caso consideró que se ha podido producir un posible delito de prevaricación y falsedad documental. Ahí queda la cosa. Una mancha que le perseguirá siempre. Lo mismo que a Cifuentes, y ahora la socialista Carmen Montón, ministra de Sanidad, que se ha largado empujada por el escándalo de su máster. Y es que por mucho que se empeñen en dar explicaciones e intentan defenderse con declaraciones cogidas con alfileres, no se puede luchar contra la prensa cuando investigan, hacen bien su trabajo y denuncian que les han pillado en mentiras sobre su supuesta formación. Es así de duro: ante la palabra de un político y la palabra de un periodista, la historia pone las cosas en su sitio. En estos casos, el honor pide reconocer su equivocación y dimitir cuanto antes.

Un poco de historia no viene mal para comprender las redes clientelares de la Universidad Rey Juan Carlos. Creada en 1996 bajo el mandato de Alberto Ruíz Gallardón, cuando en la comunidad ya existían cinco universidades públicas. El pique político viene desde 1983 cuando el histórico Gregorio Peces-Barba fundó la Universidad Carlos III, y empezó a crecer hasta convertirse en una de las más importantes del país. Entonces el PP en el poder creó «su» universidad pública y comenzó la endogamia entre este centro y el partido que hasta el momento sustenta el gobierno autonómico de Madrid desde 1995.

Una universidad desacreditada donde alumnos vips pasan del «no presentado» al «Notable», se practican plagios y convalidaciones irregulares. Se regalan titu-laciones universitarias y se otorgan másters en institutos externalizados (Instituto de Derecho Público), que deben ser cerrados ya. Además de suponer un insulto a todos los alumnos normales y corrientes que se esfuerzan por conseguir títulos que avalen su excelencia. Aunque luego vean sus sueños truncados por una realidad miserable que los convierte en jóvenes decepcionados cuando pasan de los treinta. Los máster regalados ensucian a toda la juventud española.

*Periodista y escritora