A medida que la democracia se asienta, y pasa de ser novedad a costumbre, los congresos de los partidos políticos comienzan a parecerse a los consejos de administración de las grandes empresas. Y, como sucede en éstos, resulta bastante fácil distinguir en aquellos al accionista importante del pequeño ahorrador.

Carlos Marx se equivocó en algo muy fundamental, por un exceso de fe en la condición humana, pero atinó en muchas otras cosas y, sobre todo, en advertir que, en cualquier sociedad, la clase dominante o el sector hegemónico, termina por imponer su moral. No hay nada más que ver cómo los pobres intentan imitar a la burguesía en las bodas de sus hijos, o como los burgueses procuran que los enlaces matrimoniales de sus cachorros se parezcan a los de las monarquías para constatar la evidencia.

No es de extrañar, pues, que en una sociedad capitalista los modos capitalistas lleguen hasta los partidos políticos, y sus vicios y virtudes se imiten con tanta naturalidad que a nadie le alcance el asombro.

Uno de los problemas sin resolver en la empresa por acciones es la escasa representatividad que obtiene la voz de los pequeños accionistas. De la misma manera, en el último Congreso del PSOE se ha notado que los grandes accionistas se mueven como lo hace Endesa o BBV o Telefónica, cuando se sientan con su paquetazo de acciones en terceras empresas. No actúa de la misma manera un Chaves que el representante del PSOE en la Rioja.

No se escucha con la misma atención al propietario de las acciones colegiadas del PSC que al representante de una autonomía que aporta un número limitado de diputados. La base, "la puta base" que decía el viejo comunista, está representada por el representante del representante del representante de su pueblo. Pero el que manda es el que tiene más acciones.

A mí no me parece ni bien, ni mal. Así funcionan las empresas, incluso las empresas familiares.

*Escritor y periodista