Tengo muchos recuerdos de cuando era taxista. Durante años, paraba en un bar en la calle Sobrarbe, donde me daban muchas veces de comer, desayunar y cenar. Allí forje una amistad que todavía dura en el tiempo con toda la familia, gente sencilla, buena y trabajadora del barrio de Las Fuentes. Entre esas personas, estaba Manuela Bernad, Manoli, para los amigos. Eras una persona especial. Dicen que las buenas personas están hechas de acero inolvidable, y tú eras de esas personas. Eras todo bondad. Hace poco me enteré que tenías una enfermedad y enseguida falleciste. No pude despedirme de ti, pero sentí mucho tu perdida.

Recuerdo cuando iba y siempre me tratabas como a un hijo, siempre te preocupabas de que comiera suficiente, de qué tal me iba la carrera de Derecho y siempre me dabas ánimos diciéndome que llegaría lejos. Siempre con una sonrisa, a pesar de que la vida nunca te fue fácil. Antes de que pasara todo esto, estaba un día hablando por teléfono y, pasaste al lado mío y, nos saludamos, y no sabes lo que me arrepiento de no haber colgado esa llamada y poder charlar contigo.

Eras muy joven para irte tan pronto, eras una buena persona, y no entiendo el sentido de la vida de llevarse a las personas buenas tan pronto. Supongo que Dios tiene un sitio especial para personas como tú. Este es mi humilde homenaje para ti, a esa persona buena que paso por la vida discretamente haciendo el bien. Seguro que algún día nos volvemos a encontrar y a reír juntos, Manoli.