Encendí la televisión para contemplar a adultos practicando el insulto, la bajeza argumental o el espectáculo como bandera dialéctica. Hay que tener el oído bien fino para captar algo de sensatez entre tanto ruido repleto de violencia verbal durante el pasado debate de investidura.

No es necesario para defender tus ideas en el hemiciclo de la soberanía nacional simular muecas, caras de desprecio o descalificativos sin rubor. Es evidente que hay personajes políticos que por su incapacidad para el argumento desde el respeto deben encender el ventilador del insulto para arrojar toda la basura posible.

Los discursos baratos e insulsos son la principal arma política de cualquier líder actual. Y eso que se le presupone a cualquiera de estos la capacidad para razonar cualquier argumento contra su antagonista. La posibilidad de aceptar al diferente desde el respeto mutuo que le otorga el poder único de servir a todos los españoles.

El nuevo Gobierno emerge tras varios pactos inusuales en la política española que, gusten o no, son la expresión popular de un hemiciclo surgido de las últimas elecciones. Ni lo de ahora es un fraude electoral, ni es un golpe de Estado, ni nada semejante.

El ejemplo más sangrante ha sido la campaña de acoso al diputado de Teruel Existe, Tomas Guitarte.

Pocas cosas más antidemocráticas existen que presionar, coaccionar, amenazar o acosar a un representante público elegido por los ciudadanos. Y más aún para condicionar su voto en uno de los momentos más canónicos de la democracia.

Que el diputado Guitarte haya tenido que dormir la noche de antes de la investidura en un lugar desconocido por cuestiones de seguridad es de una gravedad inusitada. O las informaciones publicadas que siembran dudas sobre su relación societaria con la Administración socialista cuando ni Teruel Existe era una plataforma electoral. La máquina del fango contra un simple diputado de provincias.

Todos aquellos que han decidido apoyar o rechazar el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez ni son vendepatrias, ni traidores, ni siquiera tránsfugas por cambiar su intención de voto. Son diputados con una base programática e ideológica que aplican con su voto en función de su conciencia. Ni héroes ni proscritos.

Lo peor de todo lo vivido en los últimos meses en la política es que la verdad se ha convertido en prescindible o relativa. Y eso da opción a todo en el futuro.