El mapa de la distribución de poder autonómico tras las elecciones del pasado 26 de mayo deja a 13 de las 17 comunidades gobernadas por coaliciones. Nunca antes habían existido tan pocos ejecutivos autonómicos monocolores, después de que el surgimiento de un nuevo sistema de partidos en los últimos años haya convertido ya en auténticas rarezas las mayorías absolutas. Solo en un caso, Asturias, un gobierno que no ha conseguido la mayoría absoluta gobernará en solitario. En los restantes, los socios de gobierno (en ocho comunidades de izquierdas, en otras cuatro, derechas, y en el caso de Cataluña, independentistas, consagrando un panorama de bloques impermeables) se han distribuido las responsabilidades de Gobierno. Al electorado que votó las distintas opciones de izquierdas le cuesta entender que el acuerdo que ha sido posible en instancias de poder autonómico y municipal no lo sea, en cambio, a la hora de formar un nuevo Gobierno en la Moncloa. Las encuestas favorables que maneja el PSOE alientan su cada vez claro interés por acudir de nuevo a las urnas. Pero diversos riesgos, desde llegar sin Gobierno a finales de año en un horizonte lleno de turbulencias, que el acuerdo con Podemos siga siendo necesario, pero aún más difícil de construir, o la más remota posibilidad de que pactos como los alcanzados en Madrid o Andalucía sean viables a nivel nacional, obligan tanto al PSOE como a Podemos a agotar las posibilidades de alguna fórmula de acuerdo.