Que Aragón es tierra de pactos es más un mito que una realidad. Acuerdos como el suscrito hace lustros en torno al agua ahora sería impensable. Los pactos pasados, ya marchitos, siguen vigentes por la incapacidad de los grupos políticos para renovarlos. Se intentan abordar los problemas de hoy con los acuerdos, ya inservibles, alcanzados ayer. El Justicia de Aragón ha estado años en funciones porque el pacto unánime de 1998 no ha podido reeditarse. La CARTV ha tardado tres años en renovarse y solo tarde y mal esta semana podría ser elegida nueva directora general. La política, tan escasa de puntos en común, corre el peligro de gobernarse con coordenadas ya caducas, simplemente porque los partidos han dejado de ponerlas al día y se han perdido en la vorágine del cálculo electoral. La brújula son las encuestas, el cortoplacismo rampante. Hay dos posibilidades: o los pactos están caducados, o simplemente no existen, como en la educación. Se crea una comisión para reformar el impuesto de Sucesiones, pero de entrada los grupos dudan de que el acuerdo sea posible. La política se ha instalado en la desconfianza y el egoísmo; en la voracidad por el poder. Los ciudadanos ya no confían en los políticos, pero los políticos han dejado de fiarse de sí mismos. Restaurar los acuerdos es imprescindible para resolver los problemas de la gente. Si la política no sirve para dar soluciones dialogadas a situaciones complejas; si la política no sirve, no podemos extrañarnos de su desprestigio y de que la gente no crea en su utilidad.H

* Periodista /@mvalless