La campeona en Sudáfrica se despidió ayer a la primera del Mundial de Brasil. La última victoria ante Australia solo sirvió para evitar el sonrojo de cerrar el torneo sin ganar. El sueño de revalidar el título (algo que nadie ha logrado desde 1962) se convirtió en pesadilla ya el día del debut ante Holanda. Tuvo después continuidad ante Chile, cuando quedó certificado que la selección de Vicente del Bosque había puesto un deshonroso punto final a su época dorada.

Si en algo han coincidido los analistas es en destacar el precario estado físico de los internacionales como causa principal de un desplome de campeonato. España llegó al torneo, tras un curso extenuante, con los futbolistas más castigados de los 32 participantes. De esta circunstancia no está exenta de culpa la propia federación de Ángel María Villar, por ejemplo con sus amistosos para hacer caja a costa de muchos kilómetros.

Esa falta de vigor ha resultado definitiva en un equipo que tampoco ha tenido liderazgo, ni en el campo ni en el banquillo, para revertir el horrible inicio. Esa capacidad se manifiesta en silencio, y no con quejas en público o actitudes fuera de lugar, como las de Xabi Alonso o Cesc Fábregas. Cuando las cosas se han torcido, incluso han rebrotado estúpidas rivalidades, las que azuzó Mourinho en su época madridista y que parecían haber cicatrizado. Igual de necias han sido las palabras de aquellos que han cuestionado que Del Bosque tuviera al Barça como eje central. Qué otra cosa podía hacer durante unos años en que el club azulgrana ha sido la envidia de todo el mundo. Y su declive ha ido en paralelo al de España.

Del Bosque ha sido, hasta el último día, fiel al grupo que le llevó a la gloria y no tiene ahora más remedio, si quiere pilotarla, que iniciar la regeneración de la selección. Es de justicia que la decisión sobre su futuro esté en sus manos. En ese porvenir ya no estarán nombres ilustres, unos porque ya lo han anunciado (Xavi y Villa) y otros (Xabi Alonso, Casillas, Torres...) porque la Eurocopa del 2016 en Francia ya les puede quedar un poco lejos por edad o rendimiento.

Lo que parece innegociable es el mantenimiento del estilo de toque y control que llevó a España a éxitos históricos. Ahora bien, queda por ver si la selección y su ruidoso entorno se hace a la idea, más que factible, de que cualquier tiempo pasado será mejor.