A Rafael Ariza que nos espera ya en la otra orilla, se le ocurrió la idea de reunir en libro, una serie de artículos que yo había ido publicando a instancia de Miguel Angel Liso, como sigo haciendo. Rafael Ariza, amigo sincero y militante indesmayable del PAR que ya tiene mérito, fue siempre el hombre del vaso lleno cuando otros lo veíamos casi vacío. Me halagaba la idea del libro pero me parecía poco viable porque de política apenas se lee. Encima, la gente cree escasamente en la política y acaso todavía menos, en la suma de sus intérpretes cotidianos; encuentra que esos actores de la cosa pública son o somos cambiantes y bastante inveraces.

Todo ello se lo expliqué a Rafael y le añadí que la "aventura" costaría dinero y que el PAR no estaría dispuesto a financiarla. Ya se sabe que el pensamiento ata y que el riesgo de atarse a ciertas ideas permanentes, no gusta, por lo menos a los mudables políticos. Rafael no se dio por vencido e hizo algunos sondeos en las altas esferas del partido con los resultados previsibles pero Rafael siguió sin rendirse y a la vista de la negativa que debió recibir de aquel estado mayor, me dijo que se comprometía a correr con el déficit que se produjera aunque él estaba seguro de que no se produciría, sostuvo Rafael con su endémico optimismo.

Puestos así, le dije a Rafael que mis modestos derechos de autor se los cedía al partido. Rafael se apresuró a comunicarlo a las altas esferas que me agradecieron el detalle con un entusiasmo descriptible mediante una desganada carta de tres o cuatro líneas que al menos, empezaba tratándome de "estimado amigo". El libro versaba sobre "la participación política", asunto que siempre merecerá serias reflexiones. Antonio Postigo contribuyó gratis et amore con una portada que puede que fuera lo mejor del libro: dibujaba de perfil a un orador político que hablaba muy seriamente mientras su sombra se reía...

Desconozco cuál fue el resultado contable de la aventura aunque pronto constaté que a quienes mandaban en el PAR les importaba poco lo que sucediera. Hubo escasa voluntad si no era indiferencia. Recuerdo un acto quizá preelectoral celebrado en Teruel con la asistencia de la plana mayor del partido. Rafael pensó que sería una ocasión ideal para vender libros "como rosquillas"; montó un tenderete a la entrada misma del local por donde todos los asistentes al acto tendrían que pasar y pidió a dos militantes que se ocupasen "de las ventas". "Vas a ver, Hipólito, me dijo, la de libros que tendrás que firmar". Le miré entre agradecido e incrédulo pero callé, limitándome a observar lo que fue ocurriendo, situándome al efecto, "del salón en un ángulo oscuro".

Y sucedió lo que uno había temido: que la cabalgata del estado mayor aquel, desfiló rozando el tenderete pero ni se detuvo ni lo miró y los militantes de a pie así inducidos, tampoco se detuvieron. Durante el acto, ninguno de los oradores hizo la menor alusión al libro ni invitación alguna a adquirirlo. Nada; sólo se vendieron dos libros y eso porque los compré yo al acabar el sainete para regalárselos a las dos chicas que se ocuparon ¡por amor al partido!, de las frustradas ventas.

Nunca quiso decirme Rafael a cuanto ascendió para su peculio, el costo de aquella empresa editorial. Tampoco ninguno de los capitostes me aclaró por qué habían tenido aquel comportamiento; parece que alguno de ellos no aceptaba mis críticas ni necesitaba ideas ajenas y atendiendo a lo que después acaeciera, comprendo que mis aportaciones las consideraban inoportunas; algunos de mis artículos sintonizaban mal con la línea del partido, quiero decir con lo que proyectaba su presidente y otros de su entorno; era natural. Visto así, tuvieron razón al mantenerse precavidamente, lejos de la funesta manía de pensar.

Rafael no se conmovió en exceso por aquella ordinariez y mantuvo su altura de miras sin dejarse desmoralizar. El libro se lo había dedicado: "A Rafael Ariza promotor de esta aventura emprendida a su costa pero no a su provecho", porque Rafael nunca buscó provechos en la política y sabía bien que el rencor si no desfallece, nos desfallece y que vale mucho más el amor con unas gotas de humor. También estas líneas se las dedico a él y a Mary, su esposa, que nos emocionó a cuantos escuchábamos sus sencillas palabras, el pasado lunes en la hora triste de la despedida de Rafael que en cielo esté. Gracias por todo, Rafael.