Más de una lágrima se escapó el sábado entre los detallistas del Mercado Central mientras echaban el cierre a su puesto, obligados por la próxima reforma del edificio. Muchos de los tenderos reabrirán su puesto el jueves en la carpa provisional instalado junto a San Juan de los Panetes, pero otros muchos han dicho adiós para siempre a la venta de productos frescos bien porque acceden ya a la jubilación, bien porque les es imposible hacer frente al coste, bien por la falta de espacio para poder vender sus productos. En cualquier caso, el Mercado seguirá abierto en una carpa de reducidas dimensiones. En el mejor de los casos la reforma tardará un año, pero ¿alquien sabe de una obra pública que haya cumplido los plazos?