Llevaba en el currículum una racha radiante de seis victorias consecutivas, 18 puntos de 18 posibles. Su equipo era un ciclón que había pasado en pocas semanas de estar al borde de la zona de descenso a vivir instalado en el playoff. Acababa de ganar en El Sadar, todo era felicidad y las expectativas se habían disparado a niveles magnánimos. Sin embargo, en caliente nada más concluir el encuentro ante el Osasuna y en frío unos cuantos días después sentado en la Ciudad Deportiva, Natxo González echó varios cubos de hielo a la excitación colectiva.

El entrenador hizo un desglose muy de entrenador del partido de Pamplona y del momento. Lejos de intentar bien quedar, puso el acento en el exagerado número de ocasiones que el Real Zaragoza estaba concediendo en muchos partidos. La colosal figura de Cristian, responsable directo de la racha victoriosa junto al extraordinario caudal ofensivo producido en la segunda vuelta, había mandado al segundo plano el problema en el que el técnico puso el foco. En muchas tardes el Zaragoza no estaba siendo un buen equipo en defensa a pesar de que recibiera pocos goles: el número de oportunidades en contra solía ser incompatible con los triunfos. Solo Cristian había convertido lo imposible en posible.

Ayer, de modo sorpresivo, el equipo olvidó la tensión y la energía. Todo salió mal. Y, una vez más, el Zaragoza concedió un número de ocasiones irresponsable, flaqueando exageradamente. Natxo lo advirtió por dos veces. Ahora ha de encontrar la solución al problema para pelear por el objetivo, que no cambia: jugar el playoff.