He tomado una decisión. Una agenda privada, consciente. Normalmente quedo con mis amigas, conocidas y compañeras para ponernos al día, cuando encontramos un hueco entre trabajo, actos, vida social y familiar. Prácticamente nunca quedo con ellas por asuntos de trabajo, porque a eso lo llamo reunión. Así que cuando quedo con ellas para comer, para tomar algo, para desayunar o cenar, siempre es para charlar un poco, de esto y de aquello, y comentamos lo que sea, personal o no. Ahora, además de hacerlo así, voy a hacerlo de otro modo.

Voy a desplegar los días, las semanas y los meses del año, y voy a tener un calendario, como decía, consciente: voy a quedar con mujeres a las que admiro, de las que aprendo, y no lo voy a llamar reunión y no voy a necesitar despachar nada en concreto con ellas para provocar el encuentro. No voy a buscarles un rato en mi tiempo de ocio, porque no lo voy a considerar como tal.

Hasta ahora he sido muy respetuosa con el tiempo: con el mío y el de ellas. Y si no tenía alguna cosa que preguntarles, pedirles u ofrecerles, he preferido mantener el contacto on line. Por ahorrarnos una tarde y poderla aprovechar, sabiendo que no llegamos a todo, y que estamos deseando volver a casa para poner los pies en alto o acabar de organizar la logística doméstica.

Pero eso se ha acabado, voy a pedirles que tampoco consideren ocio nuestro encuentro. Una comida, una cena. Quedar para desayunar. Es así como se ha hecho toda la vida, ¿no? La red informal que trasciende las relaciones laborales. Se ha hecho así, ¿verdad? Fuera de las reuniones, no un rato entre pasillos, sino yendo a comer o a tomar algo, para charlar de cómo ha ido, de por qué nos hemos quedado calladas y de qué opinamos en realidad, para ir mejor preparadas la próxima vez. Siempre se ha hecho así, ¿no es cierto? No necesitar una excusa para tramar algo, ponerse de acuerdo, debatir en privado algunas ideas antes de exponerlas en comunidad. Así se ha hecho siempre, ¿no? Los hombres, digo. El apoyo mutuo que se construye aparte.

*Periodista