Ha ido de aquí para allá, de Gerona a Huelva, de regreso a Gerona, las maletas y hacia Cádiz, un tiempo en Tenerife y, por fin, Zaragoza. Ha visto de todo, como se encarga de recordar a la primera que puede y, ya sea por carácter, por manera de afrontar la vida o por las experiencias sufridas, desde que está en la ciudad Raúl Agné habla de sí mismo y de su futuro profesional con una manifiesta distancia, cierto desapego y hasta con un llamativo aire de frialdad. La procesión irá por dentro. Con la marcha de Narcís Juliá, el autor intelectual de su contratación, su valedor y su protector en las últimas semanas, el entrenador de Mequienza se queda solo ante el peligro.

Agné dice que no es un iluso, que sabe el terreno sobre el que pisa y cómo son aquí las cosas. Que si algo está es curado de espanto. En su larga trayectoria profesional, ha estado en lugares apacibles y también en otros verdaderamente volcánicos. Solo él lo sabrá, pero lo que está viviendo en Zaragoza no será cualquier cosa. La victoria en Huesca ha sido como una resurrección para él, oxígeno puro para seguir respirando. El respeto a la palabra dada entre la SAD y Juliá para que el técnico no fuera destituido mientras el exdirector deportivo estuviera en el cargo ha sido decisivo, junto a que el equipo no perdió con el Lugo ni en El Alcoraz, para que siga donde está. Por hache o por be,

Agné ha sobrevivido a un terremoto a su alrededor. Solo, mañana continuará su carrera contra un destino que estuvo escrito.