El vertido de más de 60 hectómetros cúbicos de agua y sedimentos, provocado por la gota fría que asoló la zona hace unas semanas, fue el detonante inmediato de la catástrofe ecológica que vive estos días el Mar Menor, más de tres toneladas de peces muertos en distintas playas de esta privilegiada laguna salada, un ecosistema único en Europa. Pero, a diferencia de lo que afirmó el presidente autonómico, esta situación sí tiene responsables, más allá de las circunstancias meteorológicas que pueden achacarse a un cambio climático cuyas consecuencias se ceban precisamente en los entornos más frágiles. La relación de causa-efecto entre las lluvias torrenciales y el deterioro fatal del Mar Menor no deja de ser una anécdota que no puede esconder la categoría, es decir, una dejadez continuada de la laguna, agredida por múltiples flancos. La agricultura intensiva de regadío (con más de 20.000 hectáreas no censadas), los vertidos de nitratos y fosfatos, los pozos y las desalobradoras ilegales, la entrada sin control, por bombeo, de aguas dulces en este entorno, la influencia de un turismo masificado con la generación de residuos que llegan a la laguna sin depurar son, en conjunto, factores decisivos en la lenta pero constante agonía de una superficie de 170 kilómetros cuadrados que se caracterizaba por ser un enclave marino de primera magnitud, tanto por la diversidad de su flora y fauna como por el contenido terapéutico de unas aguas ricas en sales y yodo.

El Mar Menor está en peligro como resultado de unas décadas en las que la Administración autonómica ha sido incapaz de poner coto a las desmesuras. Un tiempo perdido en el que no se han implantado las medidas necesarias para revertir la situación. El consejero de Agricultura de Murcia ha declarado que «no hay varita mágica» para oxigenar la laguna, pero es urgente hacerlo, sin olvidar, como ha advertido la ministra para la Transición Ecológica, que es imprescindible abrir un debate profundo sobre la ordenación del territorio y sobre el modelo global. Algo que va más allá de una gota fría.