Agostar, derivado de agosto, significa, entre otros usos, marchitar, secar, languidecer, agotar, consumir, debilitar, decaer… «Nuestros políticos agostan», podría ser una frase para Sánchez e Iglesias. En cualquier caso, agosto es un tiempo distinto, pues supone un paréntesis en la normalidad. Y todo lo que sea huir de la normalidad es una evasión hacia la nada. Lo que no quita que ese sentimiento adolescente del verano, que a todos nos sigue tentando, sea placentero sin llegar a dañino, siempre que seas consciente de que eso no es la normalidad, aunque sea real. Porque la percepción de la realidad es discontinua, como los hechos son progresivos y regresivos. Todo puede servir si la razón cohesiona y da sentido, incluso a lo sinsentido. Las relajaciones del espíritu también son bienvenidas y sirven para tomar carrerilla, sin angustias ni represiones.

En la política española el sopor agosteño ha implantado sus reales. Todos volveremos para septiembre, como los malos estudiantes. ¿Seguirá en septiembre la falsa estética escénica e ideológica? ¿Seguirá la guerra de relatos? Y lo que es más importante ¿seguirá España y sus problemas pospuesta a los intereses bastardos de unos pocos, líderes los llaman? ¿Son solo intereses o también son incapacidades?

UP y PSOE, PSOE y UP, siguen con su partida de póker y sus faroles en los envites. El tacticismo puede ser válido y recomendable siempre que sea un instrumento supeditado a la realmente importante. Si el sujeto político es, por antonomasia, la ciudadanía española, y no tanto los partidos políticos y sus líderes, no estaría de más que los profesionales de la política escucharán el clamor de sus propios votantes. «Con mi voto que no cuenten» se oye en todos los ámbitos. A decir verdad, más en la izquierda que en la derecha. La superabstención está servida.

Si fuésemos a elecciones en noviembre, más el tiempo muerto que sucede a todas las elecciones generales, nos situaremos con Sánchez de presidente provisional durante año y medio. Pero no es eso lo peor, sino que toda la estructura política, legal y económica del Estado ha sido construida por la derecha en los años anteriores, con la excusa de la crisis. Pensemos en el paro, la desigualdad económica, la ley mordaza, la reforma laboral, las pensiones congeladas, las autonomías infradotadas, sin olvidar el eterno problema territorial, más todo lo que está por hacer y todavía sin empezar: garantizar el empleo y unos sueldos dignos, elaborar (y aprobar) una estructura fiscal justa y socialmente progresista, garantizar unos ingresos suficientes a la Seguridad Social, apuntalar la sanidad que se empieza a oxidar, dar el salto cualitativo en la educación y universidad, despejar el futuro a la juventud y, si es posible, liderar Europa en su cambio de rumbo político, económico y social,… España se encuentra en un momento de inflexión tan importante que no es conveniente agostar ni sestear ni posponer decisiones fundamentales. Por lo tanto, todo lo que no sea tener un Gobierno estable es altamente nocivo.

Si a todo lo que está pendiente se le añade un estado de ánimo ciudadano pusilánime y sin confianza en sus políticos, como lo atestiguan los sondeos, España está en peligro. Ya hace tiempo que a España la salva el formar parte del cogollo de la exquisita Europa. Pero cada vez la inercia negativa se implanta más. Y si no hemos aprovechado, como así ha sido, los años de bonanza para hacer las reformas necesarias, la próxima crisis será de campeonato. Porque el precio de no tomar decisiones es altísimo, aunque no se aprecie en el corto plazo. Un sistema sin planificación estratégica no tiene futuro, y todo lo bueno que acaece es pura casualidad que viene y se va. En España seguimos con el turismo como fundamento económico, con la hostelería como derivada y sus sueldos de miseria, y vuelve a aparecer la construcción, de cuya burbuja pasada dudo que hayamos aprendido algo. Solo falta la emigración de los sesenta para reconquistar la tríada clásica de la economía del franquismo. ¿No íbamos a cambiar de modelo económico?

En agosto, pues, nos vamos de vacaciones, intentando ambos, Sánchez e Iglesias, haber aprovechado este paréntesis para estigmatizar al otro como culpable de que no haya gobierno. No vamos a repetir los argumentos de uno y otro, pues ya estamos hartos de oírlos y repetirlos. Solamente sugerir que si el otro, con el que tengo que acordar, no lo seduzco sino que lo intento acorralar y derrotar, ahí no hay posibilidad de acuerdo. Y si no hay acuerdo político, siendo inevitablemente necesario, no hay política. Y si no hay política, nos sobran los políticos.

Para los que piensan que España funciona sin el impulso de los políticos, deben también pensar que eso se debe a la profesionalizada administración de los funcionarios, pero esa nave no tiene rumbo, solo se mantiene. Y cuando un país va sin rumbo, la crisis ya no es coyuntural sino que es una crisis de Estado. Y el Estado es el invento más importante de la Humanidad para su convivencia pacífica y de progreso.

*Profesor de Filosofía