La izquierda europea anda desnortada, sin saber qué hacer ante esta vorágine neoliberal que nos arrastra a un suicidio colectivo. Cada día la desigualdad, la exclusión y la pobreza son mayores y más insultantes, además de un irreversible destrozo de nuestro planeta. La sociedad española noqueada cree todavía que la situación actual es transitoria, y no es así, en todo caso será para empeorar, ya que esa es la dinámica del capitalismo. ¿Qué va a quedar de nuestro incipiente Estado de bienestar y de nuestros derechos sociolaborales? De esta adormecida Europa no cabe esperar mucho. Nos lo acaba de escupir a la cara el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera "Atrás ha quedado la Europa de las luces, de las revueltas, de las revoluciones, la única Europa que vemos es la de los grandes consorcios, la de los mercados". "Carente de grandes dilemas, horizontes y esperanzas, sólo se oye, parafraseando a Montesquieu, el lamentable ruido de las pequeñas ambiciones y de los grandes apetitos". La gran mayoría de sus intelectuales son máquinas tragamonedas del Poder: echas una moneda y sale una justificación. Poco ha en Bolivia, Zizek señaló: Me disculpo por los intelectuales europeos, por la forma en que los tratan a ustedes. Cuando vienen acá y supuestamente los admiran hay mucho de hipocresía. La actitud típica de este tipo de intelectuales --que tienen una buena fuente de ingresos-- es tener el dinero en el bolsillo derecho y su corazoncito a la izquierda. Les gusta participar en la Revolución pero siempre que ocurra lejos de su vida diaria, donde pueden participar en las formas de cuidar el dinero, las intrigas del trabajo, etc. Ellos dicen que su corazón está allá, con la Revolución. La izquierda --sobre todo la izquierda europea-- siempre necesitó este tipo de lugares: la Unión Soviética, China, Cuba.

La reacción ante la barbarie neoliberal hay que buscarla en otros lugares. Sobre todo en el continente sudamericano. Hoy los proyectos políticos progresistas antineoliberales están en Bolivia, Ecuador y Venezuela, o en la Selva Lacandona. Así como los creadores de pensamiento político. Uno de ellos es el irlandés John Holloway, que imparte clases en la Universidad Autónoma de Puebla en México. Pude conocerlo gracias al libro Pensar desde la Izquierda. Mapa del pensamiento crítico para un tiempo de crisis, donde aparece un artículo de Daniel Bensaïd, titulado ¿Y si parásemos todo? La ilusión social de John Holloway y Richard Day.Holloway tiene una amplísima bibliografía, de la que he podido consultar 2 libros de títulos sugerentes: Cambiar el mundo sin tomar el poder del 2002; y Agrietar el capitalismo. El hacer contra el trabajo del 2011. Ambos han sido muy polémicos y criticados desde la izquierda ortodoxa y bien acogidos en ambientes libertarios. En el primero, su tesis es que no se puede hacer la revolución tomando el poder del Estado, vistos los fracasos de una socialdemocracia domesticada ante el capital; y del socialismo real, tras la descomposición de la URSS con la caída del muro de Berlín, o también en China o Camboya. Además aquí hay una cruel paradoja, las luchas de miles de personas en el siglo XX para romper el capitalismo y crear una sociedad diferente, al final sirvieron más para fortalecerlo que para debilitarlo. La pérdida de la esperanza es la herencia trágica del siglo XX. Si nos ha decepcionado la historia, escupamos sobre ella. Nada hay más reaccionario que el culto al pasado. La principal crítica recibida a su primer libro es que no señalaba el cómo para llevar la revolución, para subsanar esta carencia escribe el segundo Agrietar el capitalismo, que es, según el propio autor, hijo del primero. Propone que la única forma de concebir una revolución anticapitalista es la creación, expansión, multiplicación y confluencia de grietas o rupturas en el tejido de la dominación capitalista. Es un rechazo, una rebeldía, una dignidad. Un No, pero un No que va abriendo otro hacer. Una negación-y-creación. Todo el tiempo nos estamos rebelando, creando grietas, contra la lógica agresiva del capital, tratando de crear espacios o momentos donde hacemos lo que nosotros consideramos necesario o deseable, y no lo que nos impone la lógica del dinero. El levantamiento zapatista es un ejemplo, pero también el movimiento de los indignados, donde las personas están tratando de crear otra forma de hacer las cosas, de pensar la democracia, desde abajo, colectivamente, o en las luchas contra la privatización del agua, o en las simples luchas cotidianas para vivir con dignidad. Otras grietas están por construir. Por ejemplo, el sacar todos el dinero de los bancos o no comprar a empresas que con pingües beneficios despiden a trabajadores. Está en nuestras manos poder crearlas. El mundo está lleno de estas grietas. Es importante una confluencia entre ellas. Podemos entender la idea de las grietas imaginando un lago congelado: estamos intentando romper el hielo, arrojando piedras al lago. Se crean agujeros, grietas y rajaduras. Y del otro lado también están arrojando piedras y por otro lado también, que es un poco lo que está pasando hoy. Va formándose una multiplicidad de grietas que a veces se expanden y otras veces se regeneran, de manera que el agujero puede congelarse otra vez. Pero si las grietas se juntan, se hacen mayores, más potentes podremos romper el hielo del capitalismo. Profesor de instituto