Vivimos una auténtica convulsión mundial cuando por distintas razones el principal recurso energético del planeta, el petróleo, escasea en los mercados y las reservas estratégicas se disipan. Aunque se contara con las reservas íntegras y el aprovisionamiento normalizado, el mero hecho de que se vislumbre el más mínimo riesgo de que los mercados no vayan a cubrir las demandas, los precios sufren subidas espectaculares y las bolsas baten récords a la baja. Estamos con el petróleo y en materia de energía, ante un bien estratégico de primera necesidad e imprescindible para el desarrollo y el normal desenvolvimiento de la vida. ¿Y el agua no cumple un papel parecido? Obviamente sí. Es un bien escaso, determinante para la vida y esencial para el desarrollo socioeconómico de los pueblos. Siempre que se encarecen los carburantes, encontramos una llamada a las iniciativas para la sustitución en los motores de los gasóleos y gasolinas por productos alternativos. En países como Austria y Brasil, los tractores agrícolas usan carburantes vegetales. El agua, imprescindible en sí misma, puede ser también, unida a la agricultura, un recurso que nos dé la solución para, en su aplicación a unas decenas de millones de hectáreas, obtener productos sostenibles sustitutivos del petróleo tal y como preconiza el profesor Agustín Mariné. Aragón está llamada, una vez racionalicemos el debate del agua, y si nuestras administraciones ponen un punto de ingenio e intelectualidad a la agricultura futura, a ser fuente energética y de suministro de cosechas para uso industrial sustitutivas de la madera y del petróleo. Vista la crisis energética, haríamos muy bien los aragoneses en procurarnos los recursos hídricos suficientes para relanzar una agricultura con una nueva orientación hacia la obtención de energía sustitutiva de los carburantes fósiles, biomasa, plantas industriales, etc. La propia reforma de la PAC nos hace una invitación expresa a esta nueva orientación de los cultivos. Es preciso apostar sobre la vigencia del Pacto del Agua y la necesidad de hacer acopio racional de agua en los embalses porque, como el petróleo, ha sido, es y será motor de desarrollo, elemento escaso y crucial para la vida y el nivel económico de las sociedades que disponen de tan valiosos recursos. Respeto y diálogo con el agua, pues, pero también visión de futuro para una agricultura llamada a grandes retos y que algunos aún la ningunean y la clasifican como opción económica de tercera en Aragón. *Secretario Asaja Aragón