«Agua que no has de beber, déjala correr, déjala, déjala». Así decía el refrán popular español al respecto de: en asunto que no es de tu incumbencia, lo mejor es no involucrarse y dejar que el agua siga su curso natural. O sea, en el caso de los za-ragozanos, no tener prisa en pagar este nuevo impuesto sobre el agua (ICA) y los barros que acompañan al tema.

Lo primero de todo es que ahora la DGA intenta cubrir el agujero financiero que ha generado este asqueroso negocio de las depuradoras (no construidas o paralizadas) en algunos pueblos de Aragón donde no se necesitaba semejante infraestructura. Con la oscura operación puesta en marcha en su día por la consejería de Medio Ambiente del Gobierno Aragonés alguien o más de uno y dos se llevaron la pasta, y el Plan de Saneamiento todavía está pendiente de ser investigado por las Cortes. ¿Solución?, pues que los aragoneses paguen de sus bolsillos otro nuevo impuesto. ¿Para qué?, para tapar los pufos que en tiempos más alegres hicieron los del PAR con la complicidad de los socialistas. Y todo este escándalo se resume en que el nuevo tributo autonómico recauda por abrir el grifo, incluso sin hacerlo. Además, se da la paradoja de que los vecinos de Zaragoza, pagando recibos dobles por depuración y saneamiento del agua, tenemos un agua de boca desagradable de beber: agua dura, con sabor, aunque sea todo lo potable que quieran; pero cargamos como mulas con botellas de agua del supermercado o nos aficionamos al vino, que es más sano, y de precio salimos igual que lo que nos cobran por el agua que sale del grifo. Sobre todo, si ahora nos cargan con el nuevo impuesto.

El lío está servido, y la Red del Agua Pública recomienda a los ciudadanos retrasar el abono que nos meten en los buzones. Es decir, no pagar. Más claro: ¡Agua! José Ángel Oliván, presidente de la Unión de Consumidores de Aragón, afirma que lo que llega estos días al buzón es «un papel que no tiene acuse de recibo y no hay obligación de contestarlo».

Por mucho que quieran disfrazar este fiasco del ICA como un tributo ecológi-co, no cuela. Como reclaman Jesús Sampériz, y Oliván hay que «dar marcha atrás en el cobro, que se reconozca que la Ley de Aguas de Aragón ha fracasado, que el plan de saneamiento es un desastre y que el modelo de financiación no ha funcio-nado». Y por último, que la DGA y el ayuntamiento se pongan de acuerdo y dejen de ir cada uno por su lado; porque a este paso que llevan dentro de poco tiempo les va a votar su padre. La gente empieza a saber, a conocer la corrupción silenciada que se ha ejercido en Aragón con temas tan «limpios» como la depuración de las aguas y los correspondientes beneficios que han ido a parar a bolsillos particulares. La Cámara de Cuentas presentó un informe que ratifica las muchas y graves irregularidades cometidas por el Instituto Aragonés del Agua. «No vamos a pagar ahora dos recibos por un mismo servicio, alegando que debemos ser solidarios», como bien explica en este medio el diputado de Podemos Pedro Arrojo.

*Periodista y escritora