Acabo de tener un encendido debate sobre lo que dijo el otro día Pablo Iglesias cuando le preguntaron por su compañera sentimental. Les recuerdo: se dirigió a la periodista que le había preguntado y le dijo que le parecía una pregunta machista. Luego le riñó porque siendo una mujer, era todavía peor que le preguntara por cosas que a él no le incumbían. Y el debate ha venido porque yo no estoy de acuerdo con Iglesias. Ni de lejos. Primero, porque da igual que la pregunta te la haga un hombre o una mujer. Te la hace un profesional del periodismo que está trabajando. Lo machista es reñirle porque le plantea la cuestión siendo mujer. Otra cosa. A Pablo Iglesias, que ha puesto el listón de la ética por las nubes, se le hace una pregunta sobre una presunta corruptela, en este caso de un cargo político. Muchas veces le han preguntado por Bárcenas, por Rajoy y por la casta, y se ha despachado a gusto. ¿O solo se le puede preguntar a Rajoy por Ana Mato, pero no a Pedro Sánchez, porque es de otro partido? Precisamente a Mato la hemos puesto de tonta para arriba porque no se enteraba de lo que hacía su marido (presuntamente). Así que en este caso, si Pablo Iglesias no quiere responder, pues que no lo haga, pero que no riña a la periodista y la llame machista. Yo odio que me riñan. Y más si estoy trabajando. Dicho esto, entiendo que los indignados de este país (cargados de razón, y yo, la primera) tendamos a disculpar los fallos que les están buscando a los de Podemos cada día. Pero era lo previsible, y tienen que aprender a aguantar el tirón. El listón lo han puesto ellos, y lo han puesto por las nubes. Y yo me alegro. ¿Saben por qué? Porque a río revuelto, ganancia de ciudadanos.

Periodista