“Me visto de terraza sin licencia, me lo hago de vuelo sin motor. De aquí p'allá como el inspector Gadget, persigo algún indicio de tu amor”, canta Luis Pastor en su mítica canción 'Aguas abril', que, no sé bien por qué, no dejo de tararear estos días. Es una canción maravillosa. Sentí un flechazo instantáneo por ella la primera vez que la escuché, hace ya demasiados años, me temo (fue en 1988, vale, que me compré el Lp y todo, pero me daba un prurito de vergüenza reconocer que uno ya tiene cierta edad, como el inspector Gadget, vaya).

Hace exactamente un año, todo el mundo cantaba esa otra de Sabina, '¿Quién me ha robado el mes de abril?', cuando sentimos que ciertamente nos habían robado, entre otras cosas, ese mes al completo. Ahora, doce largos meses después, si bien las cosas todavía tienen que mejorar mucho, yo me siento bastante más optimista que entonces. Por ejemplo, el año pasado nos quedamos sin poder celebrar el Día del Libro. Y este año parece que lo podremos celebrar finalmente. Cambia la ubicación, será en el Parque José Antonio Labordeta, pero tendremos nuestro 23 de abril al aire libre. Y ayer mismo me sorprendí pensando, como otros años: “Ojalá no llueva ese día”. Y sonreí, no pude evitarlo.

Añoraba esos miedos antiguos, normales. Temer en abril a que la lluvia, confirmando el refrán, te arruine uno de los mejores días para un autor. O para un editor o librero. Sí, temer a la lluvia. Algo primigenio. Mucho mejor que temer a la pandemia o al virus o a las demás gaitas que nos han caído en esta aciaga temporada, que parece que igual se acaba pronto. Llega el principio del fin, dice el presidente. A ver si es verdad. En cualquier caso, bailemos, cantemos: “Aguas abril, flores en mayo, beso una estatua de sal. Se fue mi tren, también el barco, solo en mi puerto de mar”.